Mujeres del noventa y ocho
En el índice informatizado de la Biblioteca Nacional aparece el ítem: "Escritores de la generación del 98". Cuando se le solicita "escritoras de la generación del 98", la pantalla aparece vacía. Con este mismo criterio, se está conmemorando el centenario de aquel infausto año 1898. Ni un nombre femenino aparece en los escritos de historiadores, literatos, filósofos, periodistas, que indique al lector la existencia de mujeres en la España del final de siglo. Ni la de las mujeres anónimas, que tan mal vivían en un país que despilfarraba la riqueza en guerras imposibles, ni la de las más de doscientas escritoras, filósofas, dramaturgas, periodistas, corresponsales, que enriquecieron su época. Y el feminismo. Porque en 1898 se habla de feminismo en el mundo desde hace medio siglo.Las más famosas escritoras españolas de esa época defendieron el feminismo aun a costa de arriesgarse al repudio familiar y a la befa pública. A la vez que escribieron todos los géneros literarios: novela, cuentos, poesía, artículos, obras teatrales, crónicas y corresponsalías. Viajaron por diversos países y enviaron sus experiencias a los periódicos españoles, que abarcaron periodos de tiempo tan importantes en la historia reciente como las guerras carlistas, el liberalismo, la Restauración, los movimientos sociales, el auge del anarquismo y el sindicalismo, el nacimiento del socialismo, la Primera Guerra Mundial y la Revolución de Octubre. Y financiaron, dirigieron y escribieron las primeras revistas dedicadas a las mujeres, donde denunciaron la situación en que se encontraban, sometidas a toda clase de vejaciones y explotaciones, al entrar a trabajar masivamente en las fábricas. Los alegatos en favor de redimir tan dura condición se repiten en toda la obra de las escritoras. Mientras, excepto Vicente Blasco Ibáñez, los noventayochistas padecen una total indiferencia por los terribles sufrimientos que acosaban a la mitad de la población española.
Para los escritores del 98, la batalla dialéctica entre los partidarios del casticismo y los de la modernidad no concernía a las mujeres. La España que se disputaban unos y otros era no sólo una España que sufría la pérdida de las últimas colonias, que se agitaba entre la pervivencia de una estructura económica agrícola y caciquil y la renovación industrial, sino también, y fundamentalmente, masculina.
Cuando se acerca el siglo XX, varias de las escritoras que han nacido en pleno XIX siguen produciendo una obra estimable, reconocida por sus contemporáneos. Carolina Coronado tiene 75 años y aún versifica con la misma extraordinaria facilidad con que lo hacía de joven. Gertrudis Gómez de Avellaneda ha vivido el mayor éxito del que jamás ha disfrutado una escritora en España, con sus dramas en verso. Concepción Arenal ha muerto en 1893 dejando el más importante legado del que puede enorgullecerse España de estudios penales criminológicos y penitenciarios, premiado por la Academia de Ciencias Morales y Políticas.
Emilia Pardo Bazán, la más ilustre y reconocida literata, es ya una figura famosa en el mundo entero. Sus novelas se conocen en varios países, y sus colaboraciones periodísticas, su crítica literaria del naturalismo y su defensa apasionada del feminismo la harán protagonista de casi todas las polémicas de la época. Lo cierto es que el recuerdo de Emilia Pardo Bazán se ha ido diluyendo en la débil y olvidadiza memoria de la crítica literaria española, y, sobre todo, tan machista... Porque los inmortales de la Real Academia de la Lengua, de los que nadie recuerda nada, nunca le permitieron sentarse a su lado, y el olvido con que hoy se la está ninguneando, muestra el desprecio con que los mandarines de la cultura tratan a una de sus más geniales escritoras y pensadoras.
Pero otras muchas, que no por menos conocidas tienen menor mérito, están escribiendo y publicando sobre los temas candentes de ese fin de siglo. Si tenemos en cuenta que en 1870 sólo el 9,6% de las mujeres sabe leer y escribir, resulta sorprendente el número de las que cultivan las letras y publican sus obras.
Rosario de Acuña y Villanueva, escritora, dramaturga, periodista, perseguida por sus ideas liberales. Regina de Lamo Jiménez escritora y periodista anarquista. Apasionada defensora del sindicalismo y del corporativismo, difundirá las ideas más avanzadas que nacen con el siglo XIX: el control de natalidad y el aborto, la eugenesia, la eutanasia, el amor libre.
Faustina Sáez de Melgar es una de las entusiastas dedicadas a la promoción de la mujer. Funda el primer Liceo Femenino de la Villa y Corte. Es también poeta y novelista. Sofia Pérez Casanova, la más ilustre escritora gallega después de Rosalía de Castro, ha sido injusta y malévolamente olvidada, a pesar de haber sido propuesta para el Premio Nobel en 1923. Concha Espina, también propuesta para el Premio Nobel dos veces, en 1929 y en 1931. Blanca de los Ríos, que forma parte de algunas Academias de rango provincial, a la que se concede en 1924 la gran cruz de Alfonso XII y se le dedica un homenaje en la Academia de Jurisprudencia de Madrid, no alcanza tampoco el ilustre sillón de la Real.
Carmen de Burgos es de las más combativas feministas. Trabajadora incansable, llega a escribir el increíble número de 105 novelas cortas. Y Dolores Moncerdá, Carmen Karr, Catalina Albert (Víctor Catalá), María Lejárraga y García... ¿No son demasiadas para olvidarlas a todas?
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