Desafío al vértigo
Con un público entregado, silencioso y atento que llenó el Salón Cervantes, los derviches sirios mostraron una velada de altísimo nivel artístico. La derivación de la danza sagrada hacia el espectáculo profano no es reciente. Casi seguro parte del mismo Oriente tal práctica, y Guido Tanni lo asegura y argumenta en su magna enciclopedia. Es el caso de tanta danza religiosa en origen que a través de diversos puentes se ha integrado en los códigos del folclor puro, la estilización y la danza culta; este acierto es aplicable casi sin distinción, por ejemplo, a la danza del loto sagrado en China o a la ofrenda a Shiva tan implantada en todo el sur de la India. En todos estos bailes el giro, la pirueta, la evolución circular del danzante sobre sí mismo constituye el vocablo o frase singular y principal sobre la que se articula la lectura y todo bordado estético posterior.Los derviches de blanco, con capa azul, se impulsan sobre el cante de una voz en letanía que les hace de atrio virtual como un canon, un "viaje inmóvil" pleno de cuantos significados se quiera. Aun en un teatro, apenas unos minutos después de comenzar el poder de esa música ya era tan Potente que su persuasión penetró en todo el auditorio, como si se tratara de una luz interna en la salmodia, con un dramatismo profundo pero sereno, extendido entre un horizonte fugado de la voz y la espiral de la danza.
Cantos y danzas sufíes de Damasco
Cantante solista: Shelkh Hamza Shakkur. Derviches Mawlawi: Mahir Al-Hamal, Hisham Khatib, Hapen Al-Hamad y Muhamar Joneido. VIII Festival de Arte Sacro. Teatro Salón Cervantes, Alcalá de Henares, 30 de marzo.
Magia
Hay una logística, una estética en el giro que la danza occidental muchas veces ha utilizado como recurso de éxtasis, elevación y gran colofón. En los derviches, por su parte, el giro es principio y fin. La mímica de los brazos que se abaten contra la inercia va siguiendo un orden expresivo y metafórico que da destino y explicación al eje de los pies. Cada derviche está solo: absolutamente separado del mundo mientras baila, aunque entregado a una demostración mágica de esa grandeza que le ha sido dado tocar: lo mismo sucede con toda danza verdadera.El desafío al vértigo es, como todo virtuosismo, un reto al curso de las cosas, de allí que sea un baile estricto en lo técnico, reglado, concebido tono a tono, compás a compás, paso a paso como una ofrenda interior cuya expresión última es la paz. Esa paz del que sabe y, sin embargo, gira "cuando la penumbra de la noche lo envuelve todo", que rezaba por detrás el inspirado bardo. Una noche inolvidable donde el recogimiento dio paso a la exaltación del baile.
Babelia
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