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Varios escritores franceses de éxito comercial se enfrentan a acusaciones de plagio

Jack Lang, Jacques Attali, Darrieussecq y Beyala, entre los acusados

¿Ya nada de lo que se escribe o filma es original? Acaso la célebre máxima d'orsiana por la que "todo lo que no es tradición es plagio" puede servir de excusa, pero resulta inquietante ver que un neozelandés descubre que The full monty es un trasunto de una obra de teatro escrita por él años antes o que unos señores de Lyón se convierten en felices herederos de uno de los temas musicales de Titanic. Aunque no se trata de un fenómeno exclusivamente francés, se ha convertido en noticia en el país galo. Varios escritores famosos -Jacques Galliot, Jacques Attali o Jack Lang, entre otros- han sido acusados de plagio. Algunos de ellos han reaccionado echando a su vez la culpa a sus negros.

Monseñor Gaillot, el ex consejero de Mitterrand, Jacques Attali; la novelista de éxito Marie Darrieussecq, la ganadora del Gran Premio de la Academia Francesa Calixthe Beyala, el ex ministro de Hacienda Nicolas Sarkozy o el también ex ministro, en este caso de Cultura, Jack Lang figuran dentro de la lista de plagiarios o imitadores.La reacción de cada uno de ellos es distinta. Jacques Gaillot ha reconocido que para escribir su libro La derniére tentation du diable dispuso de "una serie de colaboradores facilitados por el editor". Estos negros parece que se limitaron a copiar fragmentos escritos por otro especialista en el diablo y proponérselo a Gaillot como material ya elaborado.

A Jacques Attali, dicen las malas lenguas, nadie lo asocia con el ruido del teclado de una máquina de escribir o de un ordenador. "De noche, de su despacho sólo salían los chasquidos de tijeras y el rumor de la fotocopiadora" contaba una de sus secretarias. Luego, Attali ha acabado por reconocer que "había olvidado entrecomillar las frases". El fallecido Ernst Jünger o el historiador Jacques le Goff no hablaban de "frases" sino de "pasajes", pero este tipo de matiz no preocupa a un hombre de saberes tan amplios como Attali.

Sarkozy y Lang han sido también víctimas de sus negros. El del ministro liberal, a su vez biógrafo de un ministro comunista fusilado por los nazis, buscó sus palabras en la tesis realizada 25 años antes por Bertrand Favreau. El préstamo, de puro evidente, ha tenido consecuencias judiciales. Los de Lang han sido más cuidadosos, tal y como admite John Knecht, biógrafo de Francisco I e inspirador del libro del casi eterno ministro de Cultura. "Los historiadores que han trabajado el texto han sabido reapropiárselo de tal manera que en ningún momento se exponen a problemas legales".

El caso de Calixthe Beyala es peor. Todos sus libros han sido acusados de plagio. Howard Buten y Ben Okri han encontrado en La petite fille du réverbére párrafos enteros saqueados de sus obras; los argumentos, situaciones y personajes también salen de sus textos o de otros, tanta parece ser la voracidad plagiaria de Calixthe. Ella se defiende con un buen ataque: "Mi memoria es un amasijo de plagios sucesivos. Mis primeras palabras, "tata", papá "mamá", ya lo eran. Sé que la creación absoluta no existe". Otras veces acusa a sus detractores de racistas -Calixthe es negra- y machistas -es muy guapa-, reivindicando su "estilo suburbial" porque a ella no la han acunado en "una cama de champaña, caviar y foie-gras trufado".

Trucos narrativos

Marie Darrieussecq, por su parte, es víctima de un ataque que estaba cantado. Su libro Marranadas fue un éxito inesperado e injustificado. Los mismos que la cubrieron de elogios le pasan ahora factura. Marie NDaye, otra novelista, cree que la segunda novela de Darrieussecq -Naissance de fantômes- imita situaciones y trucos narrativos que ella experimentó en La Sorciére. NDiaye dice hallarse en "la posición incórnoda y ridícula de quien reconoce, transformados, triturados y digeridos, ciertos pasajes de los que es autora. No se trata de una frase concreta: no es un caso de plagio sino de imitación".En el fondo, al margen de la sutil frontera existente entre el homenaje y la copia, entre la inspiración y el plagio, el problema, aunque no es estrictamente francés, se en Francia. El filósofo Alain Finkielkraut lo reconoce al decir que "es imposible Fiarse de ninguna crítica publicada en un diario francés", porque "éste es un país supercentralizado en el que la élite política, artística y financiera anda entremezclada, intercambiándose favores". Más fácil aún: el autor galo que más vende -Paul Loup Sulitzer- es un tipo que reconoce abiertamente que todo se lo escriben otros.

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