La Iglesia exculpa del holocausto a su jerarquía y se arrepiente de la pasividad de los cristianos
La Iglesia Católica sentó ayer las bases de una nueva coexistencia pacífica con todas las religiones, sobre todo con el judaísmo. Y lo hizo con un breve pero ambicioso documento en el que, tras lamentar de todas las formas posibles el holocausto, calificándolo como "una de las mayores tragedias de nuestro siglo", afronta su responsabilidad, mejor dicho, la de muchos de "sus hijos". Este "'acto de arrepentimiento" de la Iglesia no responde a responsabilidades directas en el genocidio, sino al hecho de estar ligada "a los pecados y virtudes de sus hijos e hijas", aunque finalmente exculpa a su jerarquía.
Tibio y poco profundo para muchos judíos, en la medida en que sólo acepta la responsabilidad general "de aquellos cristianos que no estuvieron a la altura de su papel como discípulos de Cristo", el aspecto más polémico del documento, que ha tardado diez años en elaborarse, es el análisis altamente positivo que hace del vilipendiado Pío XII, al margen del arrepentimiento por los pecados de comisión de los cristianos que no se opusieron a la Shoah, nombre que recibe el holocausto en hebreo. Sobre el papa Eugenio Pacelli, cuyo pontificado coincidió con los trágicos años de la Segunda Guerra Mundial, pesan graves acusaciones de complacencia diplomática con el régimen nacionalsocialista alemán. El texto, en cambio, se refiere a la conducta de Pío XII como merecedora de "la gratitud" de numerosas personalidades del mundo hebreo, por sus esfuerzos, "personales o a través de sus representantes por salvar centenares del miles de vidas judías". [El gran rabino de Israel de rito occidental, Meir Lau, expresó ayer su "decepción" por el contenido del documento. "Me esperaba algo más que una excusa genérica", declaró ayer en Jerusalén, informa France Presse.]El objetivo último del documento es firmar la paz con el pueblo de Israel, adonde desea viajar cuanto antes Juan Pablo II. Según el rabino de Roma, Elio Toaff, esa visita se producirá antes del año 2000. Desde que en 1986 visitó la sinagoga de Roma, rompiendo con la tradición de distancia hacia la jerarquía judaíca de sus predecesores, Karol Wojtyla ha ido dando pasos para estrechar lazos con el judaísmo, religión con la que el cristianismo mantiene -o debe mantener- relaciones especiales, según el documento.
Tras el debate celebrado en octubre pasado en el Vaticano en torno a las raíces cristianas del antijudaísmo, la Iglesia entra de lleno ahora en el tema más espinoso de las relaciones -básicamente "'negativas" a lo largo de 2.000 años de historia-, entre judaísmo y cristianismo: el del holocausto. Nace así, Nosotros recordamos: Una reflexión sobre la Shoah, el documento elaborado por la Comisión para las Relaciones Religiosas con el Judaísmo que ayer presentó en el Vaticano, el cardenal australiano Edward Cassidy.
En su análisis, la Iglesia reparte las culpas entre todas las naciones -"incluidas algunas de Norteamérica y de Suramérica"- que de una u otra forma volvieron la espalda al pueblo judío cuando eran ya evidentes las intenciones del III Reich. "En aquellas circunstancias, el cierre de fronteras a la inmigración hebrea, fuese debida a la hostilidad o a los prejuicios antijudíos, a la cobardía o a una corta visión política o de egoísmo nacional, constituye un grave cargo de conciencia para las autoridades en cuestión", se lee en una de las 11 páginas del documento, presentado ayer en una concurridísima rueda de prensa en la Santa Sede. El cardenal Cassidy no quiso dar el nombre de las naciones en cuestión, pero sí citó de pasada a Estados Unidos y el Reino Unido.
No es el punto final
Por el contrario, el documento ensalza la actitud desarrollada por la Iglesia católica al denunciar explícitamente la ideología de superioridad racial elaborada por los nazis, como consta en las encíclicas de los papas Pío XI -Mit brennender Sorge (Con ardiente inquietud) publicada en 1937- y Pío XII -Summi Pontificatus, de 1939- El documento cita también la labor de implacable denuncia del nazismo desempeñada por varios prelados alemanes, y deja claro que no se puede ignorar "la diferencia que existe entre el antisemitismo, basado en teorías contrarias a la constante enseñanza de la Iglesia sobre el género humano y la igual dignidad de todas las razas y todos los pueblos", y el antijudaísmo, "del que, desgraciadamente han sido culpables también los cristianos". El texto reitera que el nazismo no hunde sus raíces en el cristianismo, sino que es una ideología pagana "que odia al propio Dios", y cuyo deseo, además de exterminar a los judíos, era "acabar con la Iglesia católica o por lo menos someterla a los intereses del Estado nazi".El cardenal Cassidy se defendió ayer de las primeras críticas de falta de profundidad suscitadas por el texto señalando que está dirigido "a la Iglesia en todo el mundo, y no hay que olvidar que el holocausto es una experiencia europea de la que no existe una conciencia tan clara en la Iglesia de África o en la de mi país, Australia". Por otra parte, el cardenal explicó que este documento no es el punto final de la reflexión de la Iglesia sobre el holocausto.
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