El magisterio de los jóvenes

Muchas veces los grandes directores trabajan con orquestas juveniles, pues encuentran en ellas una voluntad, un entusiasmo y un frescor vital que compensa su temprana profesionalidad. Así, la crítica debe seguir con alguna asiduidad el quehacer de formaciones juveniles clásicas y grupos de cámara formados por estudiantes superiores poco más que veinteañeros, porque pueden depararnos grandes sorpresas.Con rara intuición, el público llenó la sala menor del Auditorio Nacional para escuchar a seis instrumentistas de la Cátedra de Música de la Escuela Reina Sofía, que durante unos días han trabajado apretadamente con el violinista, alemán Rainer Schmidt, que es no sólo un virtuoso concertista sino también ya una autoridad en los estilos camerísticos.

En el programa figuran dos autores: Shostakovich con el Cuarteto en fa mayor número 7 (1946) y Arnold Schönberg con la primera versión de Noche transfigurada (1899) para sexteto de arcos, en la que actuó, junto a sus discípulos pasajeros, el profesor Schimidt.

Noche transfigurada, que el próximo año cumplirá un siglo de existencia, constituye una de las páginas más bellas de la música del siglo XX. Se inspira, como es bien conocido, en un poema de Richard Dehmel, sobre el que el compositor construyó un intenso poema de carácter más psicológico y de sentimientos que descriptivo.

En aquel momento cadencial del siglo romántico, era un intento que marchaba en sentido contrario al de otros autores. Frente a tanta monumentalidad sinfónica, tanto en la duración de las obras como en las formaciones instrumentales, el creador de la segunda Escuela de Viena poematiza a través de un doble trío de cuerda, pero lo hace desde un pensamiento radicalmente sinfónico. Como formidable antecedente está la obra entera de Richard Wagner; y como futuro, la propia obra de Arnold Schönberg y sus discípulos.

La versión de Schmidt, el salmantino Felipe Rodríguez, la argentina Jimena Villegas, la venezolana Adriana Virgüez, el irunés David Apellaniz y el alemán Johannes Krebs, no sólo alcanzó calidad de ejecución sino también un extraordinario impulso emocional, con lo que las ovaciones más entusiastas se hicieron interminables.

Esfuerzo imprescindible

Con anterioridad, en el Cuarteto número 3 de Shostakovich -"Es una de mis mejores partituras", escribió el compositor ruso en el año 1950-, el Cuarteto Arriaga formado por Rodríguez, Marta Hernando, Villegas y Apellaniz, equilibraron la amplia y mesurada estructuración con el fluir expresivo, menos apesadumbrado que en la etapa final del gran músico soviético, que en sus 15 cuartetos (1938-1974) nos dejó una herencia significativa de todo un costado musical del siglo que termina.Empeños como este me parecen no sólo necesarios, sino hoy imprescindibles. No se trata de hacer el juego a la novedad, sino de practicar la historia. Musical y culturalmente útiles son las notas al programa escritas por Pérez de Arteaga.