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El espejo de la ciudad

El Centro de Cultura Contemporánea se consolida como "el Beaubourg barcelonés"

Cuando en 1989 se nombró a Josep Ramoneda director del futuro Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), manifestó su propósito de que fuera algo distinto, nuevo, alejado de copias y centrado en la cultura de las ciudades. La desventaja, como él mismo reconoce, era obvia, ya que todos saben lo que es un museo de arte contemporáneo o un museo de la ciencia, pero un centro cultural sobre las ciudades podía ser cualquier cosa. O no ser nada. En febrero de 1994 se inauguró el CCCB y las incógnitas empezaron a desvelarse. Cuatro años después, los 15.000 metros cuadrados del CCCB se han convertido en un centro cultural que funciona, en un lugar de encuentro en el que se celebran exposiciones, actos, debates, instalaciones y se experimenta con el arte, siempre con la ciudad como eje y con cierta semejanza con el Centro Pompidou de París, conocido como "el Beaubourg".

El CCCB tiene la ventaja de estar situado en lo que se considera el nuevo eje cultural de Barcelona, que corre paralelo a La Rambla. Vecino del Museo de Arte Contemporáneo, está instalado en la antigua Casa de la Caridad, rehabilitada por los arquitectos Helio Piñón y Albert Vilaplana. Su director, Josep Ramoneda, quería que fuera "el lugar donde todo puede suceder" y la verdad es que se está saliendo con la suya.

En los cuatro años de historia del CCCB han pasado por sus salas grandes exposiciones, entre las que se cuentan coproducciones con el Centro Pompidou de París, como Visiones urbanas, 1870-1993, lo que reforzó la tesis de los que bautizaron al centro como "el Beaubourg barcelonés". Junto con la Hayward Gallery de Londres y en colaboración con el Deutsches Historisches Museum de Berlín, se organizó la exposición Arte y poder, centrada en la Europa de los dictadores, en el periodo 1930-1945. El mundo secreto de Buñuel, Georges Grosz y El siglo del cine son otras de las exposiciones que han marcado la corta historia del centro.

Capítulo aparte merecen las exposiciones del ciclo Las ciudades y sus escritores. La primera, en 1995, se dedicó a El Dublín de Joyce. Las Lisboas de Pessoa, en 1997, era un paseo por los distintos heterónimos del poeta portugués. La tercera del ciclo estará dedicada, en 1999, a La Praga de Kafka, y cuenta ya con la aprobación entusiasta del presidente de la República Checa, Vaclav Havel. El Festival Sónar mostró también, en 1994, la cara abierta del centro a manifestaciones experimentales.

El presupuesto del CCCB aprobado para 1998 es de 1.064 millones. El 75% lo aporta la Diputación de Barcelona y el 25% restante el Ayuntamiento. Se lamenta Ramoneda de que, después de la euforia de los Juegos Olímpicos, cada vez es más difícil encontrar patrocinadores.

"El balance de los cuatro primeros años del centro es sin duda positivo", afirma Ramoneda. "La parte de exposiciones, investigación, debates, etcétera, ha respondido a lo que se había diseñado, pero todo esto se ha visto reforzado porque se ha convertido en lugar de acogida de agentes culturales diversos".

Ante el reto del futuro, la intención de Josep Ramoneda es insistir en la idea de la cultura de la ciudad como núcleo del CCCB y reforzar el apartado de la experimentación. El CCCB, que recuperará próximamente su antiguo teatro -que se adecuará para convertirlo en un auditorio de 800 plazas y en un espacio de instalaciones-, tiene ya programadas una serie de exposiciones hasta el 2001. Además de la ya citada sobre la Praga de Kafka, se celebrará otra sobre la historia de la televisión y sendas coproducciones con instituciones francesas sobre La cultura del trabajo y Sobre Odaliscas, sultanes y harenes, cuya comisaria será Fátima Mernissi. Para el cambio de siglo, el grupo teatral La Cubana seleccionará los objetos del siglo XX que se llevarían al XXI. La apuesta sigue abierta.

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