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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El tintorero, su mujer y el amante

Belfort, en los Vosgos. Una capital de provincia, personajes cotidianos, en la cuarentena. Ella (Miou Miou, cuánto sabe esta mujer, qué espléndida actriz) ayuda a su marido (Berling, magníficamente adaptado a su difícil, desagradable personaje) en una lavandería. Tienen los problemas de mucha gente, no pueden ahorrar demasiado, no van de vacaciones desde hace mucho, soportan la presencia más bien cargante de la madre de él. Su vida se consume entre vapores de plancha, la crianza de su hijo y los problemas del negocio. Hasta que el azar se cruza en sus vidas, en forma de un joven siniestramente atractivo que deslizará la anodina existencia de marido y mujer hacia simas inconfesables y a la postre terribles.Estamos, como se puede ver, en los dominios del mejor Chabrol, la provincia francesa y su pequeña burguesía, con unos toques pasolinianos. Todo ello filtrado por la sabia mirada de una mujer, Anne Fontaine -es ésta la tercera película en solitario de la antigua actriz y bailarina-, que posee una cualidad cinematográfica rara: el saber moverse con comodidad entre los pliegues del desasosiego, sin perder nunca el rumbo.

Limpieza en seco

Nettoyage à sec. Dirección: Anne Fontaine. Guión: A. Fontaine y Gilles Taurand. Fotografía: Caroline Champetier. Producción: Carcassone, Alain Sarde y Antonio Pérez. Francia-España, 1997. Intérpretes: Miou Miou, Charles Berling, Stanislas Merhar, Mathilde Seigner. Estreno en Madrid: cine Alphaville

Ni la guionista Fontaine ni su cámara llegan a enamorarse tanto de sus personajes como para hacerlos cercanos, para acercarlos a un espectador que va perdiendo poco a poco la sonrisa hasta llegar a entender en qué diabólico laberinto le han metido. Porque lo que comienza casi como una comedia costumbrista termina siendo un tremendo puñetazo dramático, un buceo al fondo negro del alma, sin posibilidad alguna de asideros: ni en los personajes ni en sus comportamientos se encuentra el más mínimo atisbo de tranquilidad.

De ahí que cuando Fontaine se decida a dar la última, terrible vuelta de tuerca, la ficción nos obligue a entender también el porqué del título del filme, la materialización del viejo aforismo que dice que los trapos sucios se lavan en casa, y más si en ella vive un tintorero. De esa "limpieza" se desprenderán muchas cosas: lo temible que resulta la inmadurez cuando se encarna en los sentimientos, la existencia de secretos que unen más allá del delito y la constatación de que en este mundo multicultural, pluriconectado y autosatisfecho sigue habiendo explotadores y explotados, poseedores de algo y desposeídos de todo, y que la filiación de éstos no ha cambiado casi nada, por mucho que se nos quiera convencer de lo contrario.

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