Una resurrección
Aunque se sabe hace mucho de su existencia y se ha citado profusamente, nadie hasta este concierto había podido escuchar la Missa Philippus rex Hispaniae de Bartolomé de Escobedo. Conservada en una única copia muy deteriorada en la Biblioteca Vaticana, Anthony Fiumara ha empleado siete anos en desentrañarla y en realizar una transcripción interpretable, plasmada en una edición revisada y sufragada por el director de este concierto, Bruno Turner. Ocho notas que se corresponden con el título de la obra homenajean incesantemente a Felipe II, ya que atraviesan la misa de principio a fin. Fue con ellas en solitario, a modo de proclama, como Turner decidió abrir este concierto inaugural del ciclo Los siglos de oro. A continuación sonaron ya el Kyrie y el resto de las diversas secciones polifónicas de esta misa rediviva. Música de enorme complejidad y curso imprevisible, Turner avanzó por ella con la seguridad de quien conoce todos los secretos de su intrincada arquitectura. Al contrario de lo que sucede habitualmente con otros grupos británicos, las voces que él guiaba no producían una masa compacta e incolora de sonido, sino un tapiz cambiante y multiforme surcado de hilos perfectamente reconocibles y engarzados. Así, el cantus firmus regio se percibió siempre con nitidez, especialmente cuando Turner lo hizo pasar alternativamente por los cuatro tiples en el Et incarnatus o era resaltado lo necesario por los tenores en el Benedictus, dos pasajes en los que la textura de la misa se toma esencial y se libera de costuras.Época de cambio
Pro Cantione Antiqua
Obras de Escobedo, Infantas, Lobo, Cotes y Vivanco. Real Monasterio de la Encarnación. Madrid, 14 de febrero.
El tono de ensalzamiento del monarca se ensombreció en una segunda parte de carácter fúnebre. Las densas Lamentaciones de Alonso Lobo, otra obra que Turner ha devuelto a la vida, nos hablan ya de una época de cambio y así se pudo percibir en una lectura tensa y concentrada. Mortuus est Philippus rex, de Ambrosio Cotes, y Versa est in luctum, de Sebastián de Vivanco, son ejemplos de música mortuoria compuesta por nombres poco conocidos y merecedores de mucho más que un leve reducto en antologías o conciertos conmemorativos. Los momentos más emocionantes llegaron, sin embargo, en otras dos obras de Lobo: Libera me, Domine y, ya fuera de programa, su propio Versa est in luctum, una obra maestra absoluta equiparable a la pieza homónima de Victoria. La exaltación de la primera parte dio paso aquí al dolor y a unos niveles de intensidad que raras veces se escuchan en la interpretación de este repertorio. Bruno Turner cree en esta música y su emoción caló con facilidad en un público absorto que guardó en todo momento un silencio insólito en estos tiempos. Pero nada de ello hubiera sido posible sin el concurso de 12 cantantes colosales, capaces de afrontar un programa tan exigente sin esquivar riesgos y con una perfección pareja a su minucioso amoldamiento a los presupuestos de su director.
Babelia
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