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La política exterior no es para la UE

La crisis del Golfo, penúltimo asalto de la guerra que comenzó hace siete años, amenaza con dejar al descubierto nuevamente las carencias de la Unión Europea que trata de disimular su incapacidad para articular una Política Exterior y de Seguridad Común (PESC). La decisión del Reino Unido, que ocupa este semestre la presidencia del Consejo Europeo, de enviar uno de sus portaaviones al Golfo para reforzar la fuerza de intervención norteamericana que se dispone a castigar a Sadam Husein, ha puesto de manifesto varias cosas que por obvias no dejan de ser relevantes. Primero: la encomiable solidez del eje Washington-Londres -sea quien fuere el inquilino de la Casa Blanca o del número 10 de Downing Street-; segundo: la construcción europea se hará en torno al mercado y a la moneda común, pero la Europa política, la Europa de los ciudadanos, sigue siendo, en el mejor de los casos, un proyecto lleno de bellas palabras y buena voluntad que avanza con exasperante lentitud. El eje París-Berlín padece todas las contradicciones de la historia inmediata europea y se muestra incapaz de agrupar en su derredor un discurso exterior coherente. La reforma del Tratado de Maastricht -cuyo proceso de ratificación puede dar todavía alguna sorpresa en las consultas populares previstas- no ha conseguido articular una mecanismo más ágil. de toma de decisiones que impida, en la práctica, la parálisis exterior europea.La decisión de crear la figura de un Mister PESC para personalizar y dar mayor visibilidad, en esta época mediática, a la política exterior europea no parece que vaya a resolver un problema que no es tanto de representación única, como de voluntad común. Tal vez por ello vuelvan a sonar las voces que reclaman para la presidencia de la Comisión Europea a Felipe González, cuya proyección exterior, experiencia política y probado europeísmo combinan perfectamente con su fe atlantista, su escaso nacionalismo y su pertenencia a un país medio como España, considerado razonablemente leal al eje París-Berlín. González no podría por sí solo llenar un vacío tan clamoroso pero, indudablemente, aportaría una presencia no despreciable que hoy se echa en falta.

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Si el peso económico de la UE crecerá ostensiblemente en los próximos meses con la botadura oficial de la moneda única, su desproporción con el peso político y militar de la Unión se hará más evidente en el escenario internacional. Un ejemplo de esta timidez para crear nuevas realidades en el escenario internacional surgido tras la implosión del bloque socialista es la ausencia de planteamiento europeista en el debate de reforma del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. La UE como tal ni se plantea tener un representante en el órgano internacional más legitimado para decidir una intervención exterior, en un mundo en el que la seguridad de todos depende cada día más de la capacidad de injerencia de la comunidad internacional en los escenarios más insospechados. El Reino Unido y Francia, como potencias ganadoras de la II Guerra Mundial, no parecen dispuestas a ceder sus prerrogativas en un órgano tan importante al que aspira a ingresar Alemania, la potencia emergente de la posguerra fría.

Europa no parece dispuesta a pagar el precio de una defensa común e independiente de Estados Unidos, lo que resta toda credibilidad a sus solemnes declaraciones en favor de una Política Exterior y de Seguridad Común. La primera guerra del Golfo, la sangrienta desintegración de Yugoslavia, la descomposición del proceso de paz en Oriente Próximo o las matanzas de Argelia han puesto al descubierto la debilidad política de la Unión. Europa contempla con preocupación cómo la hoguera fundamentalista ilumina cada día nuevos rincones de la frontera sur de la UE, mientras intenta apuntalar las frágiles democracias del Este sobre las que pesará durante años la amenaza de una crisis rusa, tantas veces anunciada y afortunadamente evitada. Para paliar tanta falta de credibilidad, Europa, con la excepción de Francia, no ha hecho otra cosa que estrechar sus lazos militares con EE UU en busca de esa necesaria defensa colectiva. Pragmáticos y coherentes, la presidencia británica de la UE ha decidido enviar un portaaviones al Golfo. Tal vez sea ésa la verdadera política exterior y de seguridad común.

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