El Papa condena "la revolución del odio"
El Papa Juan Pablo II pidió ayer directamente al Gobierno de Estados Unidos "que cambie" su política hacia Cuba, una política de cerco que se plasma en el mantenimiento de un cruel embargo económico de más de tres décadas. La frase la pronunció el Pontífice durante una larga conversación con los periodistas a bordo del avión que nos traía a La Habana. Relajado y de buen humor, Karol Wojtyla se prestó a contestar toda una batería de preguntas, dejando entrever en sus respuestas la determinación de la Iglesia católica a recuperar Cuba para la fe cristiana tras años de abandono y represión.
"Cuba y los Estados Unidos siguen con enorme interés esta visita porque a lo mejor los dos países desean un futuro mejor", dijo el Pontífice. En su intervención, que se produjo cuando el avión MD-11 sobrevolaba las Azores, lanzó también la primera andanada seria contra el régimen castrista. Preguntado sobre la posibilidad de compaginar la revolución de Castro con la de Cristo, el Papa resaltó la dualidad de significado de una palabra muy diferente según se use en uno u otro contexto. "La revolución de Cristo es la del amor. La otra es la del odio, la venganza y las víctimas".Frágil y vacilante, aunque en relativa buena forma -"la Providencia me mantiene", dijo Wojtyla bromeando, "es cierto que no estoy tan joven como en 1979, pero me encuentro bien"- el Pontífice contestó a numerosas preguntas en español, italiano e inglés, sin dejarse abrumar por el marasmo de cámaras, focos y micrófonos que le rodeaban. A los que se interesaban por saber si el Papa tocará el tema de los derechos humanos, Wojtyla les advirtió que, como en todos sus viajes, piensa hacerlo porque "son el fundamento de toda civilización, los pilares de la convivencia social". "Es una convicción que arraigó en mí desde Polonia en el enfrentamiento con la Unión Soviética, un régimen comunista totalitario".
La buena disposición de la diplomacia vaticana hacia el régimen castrista es evidente, y quedó clara en la cautela con la que el Pontífice se expresó en el avión sobre varios temas espinosos que suscita su viaje a Cuba. Pero está claro también que Wojtyla no silenciará las críticas contra un sistema político que en el fondo detesta. Un detalle que, por otra parte Castro conoce perfectamente: "El presidente [Fidel Castro] sabe quién es el Papa", recalcó Wojtyla, "y si lo ha invitado sabe por lo tanto a quién ha invitado y sabe a qué viene y piensa decir". A juicio del Pontífice carece de sentido hablar de ángeles o demonios. "Sólo somos dos hombres los que tenemos que encontrarnos en esta visita", dijo aludiendo a la frase de Castro en la que describía a los dos hombres como poco menos que ángeles defensores de los pobres. Las similitudes entre ambos personajes existen. Ambos son dos ancianos autócratas envueltos en la aureola de un impresionante culto a la personalidad.
Castro sabe ya lo que puede obtener del Pontífice. El Papa reconoció humildemente su "desconocimiento" de lo que han sido en Cuba los últimos 40 años de historia. "Lo estoy estudiando", dijo. "Por lo que me cuentan los obispos sé que ha habido avances en las comunicaciones y que crece la esperanza, que se han hecho progresos en la escolarización y en la sanidad. Menos en lo que atañe al ser humano, a los derechos de las personas". Wojtyla se permitió incluso unas tímidas palabras elogiosas para el Che Guevara. ¿Cree el Papa que ayudó a los pobres? "En estos momentos se encuentra ante el tribunal de Dios. Dejémosle a Él el juicio sobre sus méritos. Yo estoy convencido de que quería servir a los pobres".
A juzgar por sus declaraciones, el Papa está dispuesto también a interesarse por los presos políticos -se habla de unos 1.300- que hay en las cárceles cubanas. Para Wojtyla este capítulo entra de lleno en el respeto a los derechos humanos.
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