Ana María Matute define su obra como "atravesar el espejo y entrar en el bosque"
La escritora barcelonesa rinde homenaje en su discurso a los autores de cuentos clásicos
Alicia en el país de las maravillas, Pulgarcito y Hänsel y Gretel entraron ayer en la Academia de la mano de Ana María Matute. La escritora barcelonesa, nerviosa y emocionada, leyó su discurso cual si se tratara de un cuento y rindió homenaje a autores como Caroll, Andersen, Perrault o los hermanos Grimm en un texto titulado En el bosque donde defendió el valor de la imaginación y de la fantasía. "Escribir ha sido para mí" dijo la autora de Olvidado rey Gudú, "una constante voluntad de atravesar el espejo y entrar en el bosque". Más de 500 invitados ovacionaron a Ana María Matute.
Ana María Matute (Barcelona, 1926) abrió y cerró su discurso con una referencia a Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Caroll, y a las imágenes de aquel mítico libro y, en especial, al momento en que la protagonista atraviesa la barrera del espejo, que fue subrayado por la escritora como "uno de los más mágicos de la historia de la literatura". Bosques y cuentos, naturaleza y literatura, realidad y fantasía, fueron los ejes de la intervención de Matute para quien las palabras "invaden un país de maravillas, es como ir por un caudal corriendo, ligero y tan fugaz como un destello... según reza el final de Alicia... para preguntarse la escritora "la vida, dime ¿es algo más que un sueño?.La infancia y el descubrimiento de todo un mundo en un bosque han marcado toda la trayectoria literaria de esta mujer que ganó el Premio Nadal en 1947, cuando apenas era una jovencita, y el Planeta en 1959. Matute lanzó una andanada contra lo políticamente correcto cuando señaló: "Los llamados cuentos de hadas no son lo que la mayoría de la gente cree que son, no son historias para niños, a menudo estupidizadas y trivializadas a través, de podas y podas políticamente correctas porque tampoco los niños responden a la estereotipada imagen que se tiene de ellos. Los cuentos de hadas no son, en rigor, otra cosa que la expresión de un pueblo, un pueblo que aún no tenía voz, excepto para transmitir de padres a hijos todas las historias que conforman nuestra existencia". Para la nueva académica, los autores de cuentos clásicos reflejaban en pequeñas y sencillas historias toda la grandeza y la miseria del ser humano".Tras defender los denominados despectivamente "cuentos de viejas, cuentos para niños, como si los viejos y los niños fueran una trIbu desdeñable y escasamente humana", Ana María Matute manifestó en su discurso: "Las ideologías, incluso las ideas y los ideales, cambian, perecen o se transforman. Los sentimientos, por ahora, se mantienen exactamente iguales a los de los cuentos de hadas". El bosque aparecía, una y otra vez, ante la pequeña lectora, hoy veterana escritora, como el lugar al que le gustaba escaparse en su niñez y durante su adolescencia. "Aquel era mi lugar", sentenció.
La autora de Los hijos muertos o Algunos muchachos llevó la evocación hasta su atuendo, vestida con un elegante traje largo de un color que se podría definir como verde bosque y que contrastaba con los negros chaqués del resto de académicos. En una solemne ceremonia presidida por Esperanza Aguirre, ministra de Educación y Cultura, y tras ser introducida por los académicos Juan Luis Cebrián e Ignacio Bosque en el salón de actos, Ana María Matute se convirtió ayer en la cuarta mujer que ingresa en la Real Academia de la Lengua.
A los nombres de las ya fallecidas escritoras Elena Quiroga y Carmen Conde, cuyo sillón ocupa ahora Matute, hay que añadir el de la aristócrata Isidra Quintina de Guzmán que, con apenas 16 años, ingresó en la institución en 1784. No obstante, la hija de los marqueses de Montealegre sólo apareció por la Academia para leer su discurso de entrada.
Desde su sillón K mayúscula Ana María Matute será, pues, la única mujer que ocupe un asiento en la Real Academia Española.
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