Los intelectuales españoles apoyaron a Zola para defender a Dreyfus
La opinión pública estuvo dividida hace un siglo por la polémica
Días después de que el novelista francés Émil Zola publicara Yo acuso..., sobre la inocencia del capitán Alfred Dreyfus, los periodistas e intelectualesespañoles, sobre todo los que habrían de formar la llamada generación del 98, reaccionaron a su favor de forma inmediata. La opinión pública había seguido con división de opiniones el caso Dreyfus. El escándalo duró desde 1894, año en el que Dreyfus fue detenido por supuesto espionaje a favor de Alemania, hasta 1906, cuando fue completamente rehabilitado después de dos condenas.
Uno de los primeros intelectuales en reaccionar fue el escritor y periodista progresista Luis Bonafoux, que el 19 de enero de 1898 publicó un comentario en El Heraldo de Madrid, titulado Zola carnavalesco. Aludía el articulista a una manifestación de estudiantes que se manifestaron en contra del novelista y quemaron ante el Panteón parisino un muñeco de Capo que reproducía su figura y la carta que había dirigido al presidente de la República francesa."Por fortuna suya", escribía con ironía, "no puede ser tildado de judío porque su fisonomía es cristiana. En una manifestación en Nantes fueron apabullados dos transeúntes que parecían israelitas. Les había delatado la forma de las narices, largas y curvas".
Por aquellos días, el novelista Vicente Blasco Ibáñez había visitado a Zola: para conversar con él, declaraciones que luego reprodujo en la prensa valenciana y posteriormente recogió en un libro. El escritor francés manifestaba: "Nos engañamos. Creímos que el pueblo era más ilustrado e independiente. Al ver el país lanzado en la injusticia por los reaccionarios, nos decíamos con ciego optimisrno: 'el pobre pueblo no conoce la Verdad; el día que se la mostrernos vendrá a ella'. Y al enseñarle la Verdad ya saben ustedes lo que hizo".
El rabino de Carrión
Mariano de Cavia en El Imparcial citó al rabino de Carrión, don Sem Tob, que en el siglo XIV había escrito unos versos que decían que no por tener espinos las rosas dejan de serlo, ni el vino es peor por salir del sarmiento, ni los ejemplos buenos dejan de serlo porque un judío los diga.Miguel Sawa, director del semanario satírico Don Quijote y hermano de Alejandro, el bohemio más famoso del cambio de siglo, se hizo eco en su medio de lo que había ocurrido en el número del 28 de enero. Escribía: ¿Por qué no hemos de llevarle un mensaje de adhesión y que este mensaje vaya autorizado con las firmas de todos aquellos que somos admiradores del talento de ese hombre excepcional?".
El escritor y político republicano Julio Burell -ministro de Educación- luego con el liberal progresista José Canalejas- comentaba en El Heraldo de Madrid el 7 de febrero que para Zola la democracia era un hecho adquirido y que, por esa razón, había tomado la pluma en su mano de hierro para escribir la acusación. Y agregaba: "La equivocación de Zola ha sido sensible. Elpueblo que hizo polvo la Bastilla monárquica ha fabricado consus gritos y maldiciones de odiootra Bastilla más fuerte".
Desde que el frente abierto por Zola quedó abierto, se produjeron reacciones populares inesperadas. El pueblo de Gijón envió un mensaje de solidaridad con el escritor en el que participaron, según informaba Bonafoux en el Heraldo literatos, periodistas, arquitectos, cirujanos, farmacéuticos, peritos, ingenieros, marinos, comerciantes e industriales del puerto norteño.
Sorprende la reacción de La Correspondencia Militar, un periódico que, con arreglo a su título, se leía mucho en los cuartos de banderas. Con el seudónimo. Grotius se publicó un suelto en el que se señalaba que "el fallo dictado contra Dreyfus carece de toda autoridad y se imponen no esos consejos de guerra a- puertas cerradas, sino con debates absolutamente públicos". Para el diario, las pruebas aportadas por los peritos que declaran legítimos o falsos los documentos "nos merecen muy poca fe, máxime cuando algunas de las pruebas acusadoras nadie sabe de dónde proceden".
Uno de los que no tomó partido fue Emilio Castelar, que había tronado en el hemiciclo parlamentario con aquella frase de "grande es Dios en el Sinaí..." Tampoco se refirió nunca a este caso Benito Pérez Galdós, que había participado en numerosas campañas en favor de los judíos. Su hermano Ignacio por aquellas fechas era capitán general en Canarias. En ambos casos algunos han creído ver que ambas personalidades sintieron temor de que el escándalo abriese otro en España, reviviendo los tiempos de la Inquisición.
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