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Reportaje:

El 'tigre' asiático con las uñas rotas

El futuro presidente de Corea del Sur tendrá que contar con la vigilancia del FMI para afrontar la bancarrota

ENVIADO ESPECIALEn menos de un mes, los surcoreanos han leído, escuchado o discutido del "bendito o villano" Fondo Monetario Internacional (FMI) más que de cualquier otro tema antes. Incluso la muerte, hace tres años, del líder norcoreano Kim Il-Sung mereció menor interés. Un pueblo al que la dominación japonesa de principios del presente siglo y la división causada por la guerra civil (1950-1953) infundieron un fuerte orgullo patriótico, ha tenido que tragarse la amarga píldora de solicitar la tutela de ese organismo internacional de crédito para no caer en la bancarrota, peligro del que ni mucho menos se ha alejado a juzgar por la caída en picado de su moneda y la quiebra de empresas y bancos de negocios que han seguido produciéndose durante la última semana. Este vendaval ha helado los huesos de un país, que con cerca de 45 millones de habitantes y una superficie equivalente a la de Andalucía, ha pasado en sólo, tres décadas de 80 dólares a 10.000 de renta per cápita, lo cual le ha permitido situarse como undécima potencia económica mundial.

En apenas tres meses, el won se ha depreciado un 100% respecto al dólar, con todo lo que ello supone para el encarecimiento de una deuda externa cifrada en 120.000 millones de dólares y con más de la mitad de los vencimientos ejecutables a corto plazo. Las reservas de divisas han menguado tanto en 60 días que algunos analistas sostienen que Seúl busca una ampliación del paquete de rescate (57.000 millones de dólares) suscrito con el FMI, el Banco Mundial, el Banco Asiático para el Desarrollo, Estados Unidos, Japón y otro grupo de países, convencido de que sus aliados no querrán que se declare en suspensión de pagos y provoque un fuerte impacto en sus propias economías.

Subida de precios

Los precios de los servicios públicos han comenzado a subir, muchas empresas han cerrado o deberán cerrar, otras tendrán que fusionarse si quieren sobrevivir; los grandes grupos industriales no son capaces de elaborar un plan de inversiones para 1988 -"vivimos al día", confiesa un gerente de la división de automóviles Hyundai- y los despidos están a la vuelta de la esquina, con unos sindicatos -poderosos pese a su corta existencia- dispuestos a impedirlos. En definitiva, una triste Navidad y un poco venturoso año nuevo para el hoy tigre asiático con las uñas rotas. Ayer mismo, el jefe del Estado, Kim Young-Sam, convocaba a los tres candidatos a las elecciones presidenciales del próximo jueves para discutir la gravedad de la crisis, suscribir un compromiso para reconquistar el prestigio internacional y hacer un llamamiento a la solidaridad nacional."Quienquiera que resulte vencedor tiene ya de antemano un seguro lugarteniente: el FMI", comenta con ironía un observador local. Los tres principales de los siete que aspiran a la jefatura de la nación han ido gradualmente cambiando su conducta inicial de sentimiento herido a una aceptación irremediable de la receta del FMI. "No queda otra solución, si queremos que nuestra economía vuelva a despegar de aquí a un año y medio", dijo el viceprimer ministro y titular de Economía y Finanzas, Lim Chang-Yuel.

Kini Dae-Jung, el veterano líder opositor que por cuarta vez desde 1971 se presenta a los comicios y a quien los pronósticos sitúan esta vez con más posibilidad que nunca de vencer, ha sido quien más radicalmente ha transformado su conducta en las últimas horas. El pasado día 3, cuando Corea del Sur y, el Fondo pactaron el acuerdo de supervisión, lo definió como día de humillación nacional", y adelantó que de, ganar él las elecciones renegociaría algunos de los puntos pactados con los rectores monetarios internacionales, como el nivel de precimiento del PIB y de los tipos de interés. Sin duda, en ese momento le reportó votos. Mucha gente salió a la calle a gritar contra el ataque extranjero a la soberanía nacional, a favor del boicoteo de los productos extranjeros o contra el presidente estadounidense, Bill Clinton, y Japón, supuestos autores de una operación, que, según algunos diarios locales, escondía el proyecto de derribar las barreras nacionales para que los automóviles norteamericanos y nipones puedan entrar sin restricciones en el mercado surcoreano.

Clima de pánico

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Pero las palabras de Kim transmitieron aún mas pánico a un clima de desconfianza internacional y agravaron la situación. El ministro de Economía decía en público que los tres principales candidatos le habían dado su palabra de cumplir con los compromisos, mientras que el jefe de programación política del líder opositor matizaba que las cosas no eran así. La Bolsa se hundía, el won se desintegraba y los endeudados bancos nacionales se veían forzados a cambiar su raquítica moneda por dólares y yenes para poder hacer frente a los pagos contraídos con entidades financieras extranjeras. Sus otros dos rivales en la lucha -Lee Hoi-Chang y Rhee In-Je- tachaban a Kim de "irresponsable". El propio director gerente del FMI, Michel Camdessus, el banquero francés a quien más de un surcoreano sometería a una práctica de vudú en estos momentos, pedía por escrito a Kim Dae-Jung una aclaración a tales manifestaciones, habida cuenta de que horas antes de la firma del acuerdo obtuvo de él y de los otros dos candidatos la garantía de que no modificaría una línea del pacto. El líder de la oposición aprovecharía el viernes una teleconferencia con personalidades norteamericanas, y a la que asistió el multimillonario empresario húngaro George Soros, para precisar que sus palabras habían sido malinterpretadas.Muchos, incluidos los candidatos electorales, apuntan al presidente Kim Young-Sam como responsable máximo de una situación que desde principios de año comenzaba a tomar visos de precipitarse cuando se derrumbó el poderoso grupo siderúrgico Hanbo y su patrón entraba en la cárcel por el pago de comisiones en un escándalo que le ha costado al hijo del jefe del Estado tres años de prisión convertidos ahora en detención domiciliaria. Desde entonces a hoy, otros seis de los 30 conglomerados industriales, los llamados chaebol, han quebrado, entre ellos el automovilístico Kia, el octavo más grande, que se encuentra desde el pasado agosto bajo la tutela del Gobierno. El gobernador del Banco Central advertía ya en mayo, secretamente al presidente que la situación comenzaba a ser insostenible al aumentar más y más la deuda de muchos bancos como resultado de impagos de empresas en números rojos. Kini Young-Sam, poco amante de la economía, pensó que no quería estropear más sus últimos meses de mandato y que era mejor pasar la "patata caliente" a su sucesor. Al final del verano, el entonces ministro de Economía descartaba que Corea del Sur pudiera caer en una situación de emergencia similar a la de Indonesia y Tailandia. En octubre, insinuaba que fuese probable tener que pedir a los "amigos japoneses" un préstamo, pero excluyó la necesidad de recurrir al FMI. Le costó caro. Las cosas se desataron hasta el extremo de ser despedido. Su sucesor tuvo que tragarse el orgullo, pero no sin antes decir a los cuatro vientos que el préstamo que solicitaría Corea del Sur no rebasaría los 20.000 millones de dólares. De nuevo, hubo que comerse lo dicho. El 3 de diciembre, Camdessus cerraba una ayuda de 57.000 millones, la más alta concedida en la historia del organismo financiero internacional -lo que ha provocado que el Fondo pida un aumento de su capital de 160.000 millones de dólares, según dijo Camdessus al Financial Times-. Comenzaba el pánico.

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