Guterres y Aznar se alían con Kohl frente a las pretensiones de Chirac
Francia no se resistió a lanzar un último torpedo en la guerra financiera. Pese a haber sido aislada en los debates de la víspera, logró que la presidencia presentara un proyecto de conclusiones muy favorable a sus intereses y que venía a consagrar el tope del 1,27% como límite de contribución de los Estados miembros al presupuesto comunitario en el periodo 2000-2006.
El portugués Antonio Guterres mostró enseguida su desacuerdo. Ya antes del almuerzo anunció al Consejo Europeo su descontento con la propuesta. "Sólo recoge las aspiraciones de una parte de los socios. Unicamente aceptaré dos puntos", clamó. Aznar se sumó enseguida a las palabras de su colega portugués: "Sólo acepto los puntos 38, 39 y 46", dijo. Jacques Chirac intentó reaccionar con calma. "Tengo algunas ideas sobre el asunto. Vamos a comer y luego las discutimos", dijo.Pero la comida no redujo las distancias. Francia quería sobre todo lograr una posición de ventaja de cara a la reforma agrícola. Españoles y portugueses, evitar un compromiso que les perjudicara en la agricultura, pero sobre todo impedir que del Consejo Europeo salieran unas directrices estrictas que impidieran en el futuro acordar un aumento del techo financiero de cara a la ampliación al Este.
El canciller Helmut Kohl, poco amigo de llegar aquí a ningún acuerdo financiero que pudiera ser utilizado luego en su contra por la oposición a menos de un año de las elecciones alemanas, intercedió. Reunió en un aparte a los primeros ministros de Holanda, Grecia, España, Italia y Portugal. De ese contubernio de sureños mezclados con los mayores contribuyentes netos de la Unión salió el acuerdo que desactivó el torpedo financiero. El frente hispano-portugués se impuso en toda la línea. Del texto final saltaron los artículos rechazados por Aznar y Guterres.
El acuerdo sustancial quedó redactado así: "El Consejo Europeo considera que las propuestas de la Comisión que figuran en la Agenda 2000 constituyen una base adecuada de trabajo para proseguir las negociaciones con vistas a un acuerdo sobre las políticas de la Unión y el marco financiero". "Y una base de trabajo quiere decir que no es una conclusión final y que hay que seguir la negociación hasta alcanzar un consenso", explicó el ministro portugués de Asuntos Exteriores, Jaime Gama.
Jacques Chirac apenas salvó la cara agrícola al lograr mantener que "el Consejo Europeo toma nota del resultado de los trabajos del Consejo de Agricultura". Es una mención al documento vetado por la ministra española Loyola de Palacio, pero apoyado por los 14 restantes ministros agrícolas. "Eso no nos preocupa porque también se toma nota de nuestra oposición a ese acuerdo", señalaron fuentes españolas.
Alemania también cubrió sus objetivos al mantenerse la referencia a que "la exigencia de disciplina presupuestaria [en el futuro marco financiero] y de eficacia de los gastos deberá prevalecer a nivel de la Unión tal como prevalece a nivel de los Estados miembros".
También se mantuvo en las conclusiones la referencia a que "por motivos de transparencia, es preciso realizar una clara distinción en la presentación y la puesta en práctica del futuro marco financiero, entre los gastos que corresponden a la Unión en su composición actual y los reservados a los futuros miembros, en concepto de ayuda de preadhesión o para la propia adhesión".
La tan temida por España batalla financiera acabó convirtiéndose en un San Quintín para Jacques Chirac. Después de envenenar el ambiente durante semanas reclamando que la cumbre estableciera ya un tope financiero para el periodo 2000-2006, se ha quedado con una simple referencia genérica a sus objetivos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.