El clima de la cumbre
Barullos, curiosidad, desesperación y hambre en los pasillos del edificio donde se celebraron las reuniones
Un tropel de cámaras de televisión apiñadas a empujones y que se desplazaban por una sala o un pasillo indicaba que algún negociador importante salía de una reunión y se dirigía a otra. En medio del corrillo de focos no hay forma de indentificar quién es, tal vez la comisaria europea, o el jefe de la delegación estadounidense... Cuando se deshace el corrillo, todo vuelve a la normalidad; y la normalidad ayer en el Palacio de Congresos de Kioto eran miles de personas merodeando por el bar (uno de los pocos rincones donde se permitía fumar) o por el vestíbulo principal, o por cualquiera de las decenas de salas disponibles.Un total de 9.850 personas han asistido a la cumbre sobre el cambio climático: 2.273 integrantes de las delegaciones de los 161 países representados, 3.865 observadores de 278 organizaciones y 3.712 periodistas.
Durante la primera semana de la conferencia, gran parte del tiempo discurrió en reuniones donde los técnicos de las delegaciones ponían a punto todas las cuestiones que discutirían sus ministros y jefes al final, en los últimos tres días de la cumbre. Desde el lunes pasado, casi todo el interés se centró ya en la marcha de las negociaciones a alto nivel, a puerta cerrada y hasta altas horas de la madrugada.
"6-6-5", "8-7-6" 0 "7-7-6"... no hacía falta una palabra más, todos entendían ayer el significado de esas cifras que se traducían sencillamente en el baile de números de los porcentajes de reducción que asumirían respectivamente la Unión Europea, Estados Unidos y Japón en las diferentes combinaciones del protocolo final, según el penúltimo rumor o el antepenúltimo.
Los corrillos de conversaciones por doquier llenaron las muchas horas de tiempo muerto, de incertumbre y de cansancio reflejado en las caras. La simple insinuación de prolongar la conferencia un día provocó un "¡imposible!" unánime, aunque sólo fuera al pensar en los miles de vuelos que habría que cambiar corriendo y deprisa. Aunque seguramente la buena organización japonesa habría sido capaz de hacerse cargo de tan monstruosa situación.
El paisaje interior de la conferencia lo han constituido unos murales formados por centenares de dibujos de niños sobre su visión de la naturaleza colgados de las paredes del edificio, y los tenderetes y mesas de las más diversas organizaciones, desde la agencia de información de Estados Unidos hasta todo tipo de entidades ecologistas y promotoras de alternativas energéticas.
El paisaje exterior, con un lago en medio de colonias arboladas a las afueras de la histórica ciudad nipona, ha ofrecido espléndidas puestas de sol que apenas se han llevado alguna mirada furtiva, como si no hubiera un minuto que perder mirando por los ventanales, tan ocupados como estaban todos en conjeturas, datos y rumores.
Si los primeros días había que sortear un gran barullo para acceder a la sala central, enseguida descubrió todo el mundo que los monitores de circuito interno de televisión eran más cómodos. Además, un avanzado sistema de informática y comunicaciones ha permitido transmitir las actividades de la conferencia en seis idiomas, por Internet.
"¿Lo tienes?"... el documento final, se entiende. Era la pregunta que unos a otros se hacían cada dos por tres anoche a la espera de que fuera dado a conocer en cualquier momento. En medio de la máxima expectación se repartieron unos papeles con formato idéntico a los oficiales. El gesto de satisfacción al recibirlo se tornaba enseguida en sonrisa. "Las partes incluidas en el anejo 1 reducirán sus emisiones antropogénicas colectivas de dióxido de carbono, metano, óxido nitroso o difloruro de kryptonita (lo que prefieran) en un 5% en un periodo comprendído entre el 3006 y el 3010, medidos de acuerdo a cualquier serie de criterios reales o imaginarios". Era la broma protesta de un grupo ecologista, y aliviaba al menos ante el problema de que se hubieran acabado los sandwiches a las once de la noche.
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