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La Feria de Guadalajara 'disecciona' a un abrumado Juan Marsé

El novelista supera su carácter retraído para satisfacer la curiosidad del público

Reacio, como es, a hablar de sí mismo y de la "faena literaria" Juan Marsé (Barcelona, 1933) vive en estos días un pequeño calvario en la ciudad mexicana de Guadalajara, donde se ha convertido en uno de los grandes personajes de la Feria Internacional del Libro. La culpa la tiene el Premio de Literatura Latinoamericana Juan Rulfo, que recibió emocionado el sábado pasado. La vida y la obra de este escritor pudoroso se diseccionan día tras día en reuniones con estudiantes, sesudas charlas sobre sus novelas, conferencias de prensa y muchas, muchísimas entrevistas.

"La literatura es una lucha contra el olvido, una mirada solidaria y cómplice a la gloria y al fracaso del hombre, un apasionado empeño de fraguar sueños e ilusiones en un mundo inhóspito". Las palabras de Marsé, que estuvieron precedidas por una cálida glosa casi improvisada de Mario Vargas Llosa, abrieron el día 29 la undécima edición de la feria, la más importante en el mundo de habla española.Comenzó ahí la actividad frenética del novelista catalán, que se esfuerza en superar su carácter retraído para satisfacer a un público volcado en conocerle. Al día siguiente se reunió con cientos de estudiantes de secundaria que durante el mes de octubre asistieron a un taller de lectura de su obra. Marsé habló con ellos de su infancia en la Barcelona de la posguerra; del juego de "contar aventis", es decir, películas reinventadas, con el que se distraían él y sus amigos cuando se les rompía el balón de trapo y que recoge en su novela Si te dicen que caí, o de sus motivaciones para escribir. Los jóvenes le pedían consejos, y él se negaba a "dar esas cosas tan raras".

Después, a firmar libros y en volandas a una conferencia de prensa, donde siguió el bombardeo. Marsé evocó al mexicano Juan Rulfo y la huella que ha dejado en casi todos los narradores, especialmente en Gabriel García Márquez. Habló también de su rechazo a los círculos intelectuales: "Son muy aburridos, y además no me gusta hablar de la faena literaria. En la cocina del escritor, en cuanto uno se mete muy adentro, se da cuenta de que está llena de humos, refritos y de olores extraños".

Las preguntas le llevaron después por otros derroteros que Marsé salvó con respuestas breves e irónicas: desde la política nacional ("el avance de la derecha me fastidia") hasta la Real Academia Española ("yo la llamo la Real Anemia. No me interesa nada").

Al novelista aún le queda un trecho por recorrer. Hoy charlará con el crítico Juan Antonio Masoliver. Y ayer, cinco expertos -entre ellos Joan de Sagarra- analizaron su obra. Previamente, Marsé tuvo que "desvelar un busto" (expresión, por cierto, que le hace mucha gracia): el suyo propio, que lo eternizará en bronce en la Universidad de Guadalajara. Demasiado para un hombre taciturno.

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