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"Era muy majo, pero a mí me pegaba"

Mujeres maltratadas por sus maridos se ven obligadas a huir "como fugitivas" para evitar las agresiones

A Toñi no le pisa los talones la policía. Tampoco huye de una banda de mafiosos. Durante nueve años ha sufrido agresiones físicas por parte del padre de dos de sus cuatro hijos y por eso ha tenido que huir "como una fugitiva" desde su pueblo cántabro para evitar que los golpes y amenazas lleguen a mayores.Con un niño en cada mano y una maleta con cuatro cosas se plantó hace cinco meses en el centro de atención para víctimas de la violencia doméstica que la Asociación de Mujeres Separadas y Divorciadas regenta en Madrid. Dio el paso decisivo para poner tierra de por medio entre ella y su agresor y para reparar su maltrecha autoestima.

No se puede decir que esta mujer que aparenta más de los 38 años que tiene haya topado con la suerte amorosa. Primero once años de matrimonio infeliz con un marinero con el que ella se sentía despreciada. y abandonada. Tuvieron dos hijos, se separaron y ella conoció al padre de sus otros dos niños, con el que vivió nueve años.

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"Era un lobo disfrazado de cordero. Al principio yo estaba sola y él me daba cariño, pero en cuanto empezamos a convivir comenzaron las palizas Hubo un momento en que mi ex-marido me amenazaba por vivir con este hombre y porque no soportaba que le hubiera dejado y él, a su vez, me zurraba por celos de mi ex-marido", re lata. Las agresiones le llevaron en alguna ocasión al hospital. "Llegué a pensar que me pegaba porque me quería y tenia miedo de perderme", explica.

Golpes tras la denuncia

En tres ocasiones denunció el maltrato en comisaría. "Pero quitaba la denuncia porque cuando él se enteraba me pegaba el doble", añade. "Lo peor es que nadie sospechaba nada porque él, en nuestro pequeño pueblo pesquero, era el mejor vecino; era muy majo, pero a mí me pegaba", apostilla.El vaso se colmó un día cuando esta mujer, que siempre ha tenido autonomía económica por su trabajo en una fábrica de conservas, escuchó que su hija de ocho años le decía: "Bueno, mami, hoy te ha chillado, pero al menos no te ha roto los dientes". "Hasta entonces había aguantado porque me sentía sola, avergonzada y culpable y porque me resultaba muy duro volver a separar a, dos niños de su padre, algo que ya había hecho con mi ex-marido", asegura. Encontró la dirección de la Asociación de Mujeres Separadas y decidió recuperar su dignidad.

El camino que ha emprendido es difícil, lejos de su tierra y de su familia, sin casa y sin trabajo, pero pretende librar a sus hijas del maleficio de la violencia doméstica que también sufrió la abuela de las niñas y la madre de su ex-compañero.

A la madre de Auxiliadora nunca le gustó su yerno. Quizá sospechaba que su hija iba a sufrir el mismo tormento doméstico que había soportado ella. El mal presagio se cumplió y esta mujer de 26 años con tres niños ha tenido que desplazarse de Córdoba a Madrid para alejarse del que aún es su marido."Al empezar a vivir juntos nos ignoraba a mí y a su hijo mayor y cuando quise saber por qué actuaba así empezó a pegarme y a violarme si yo no quería mantener relaciones sexuales con él. Decía que tenía que cumplir como esposa", explica esta mujer menuda.

"Al principio pensé que cambiaría, pero cada vez estaba mas violento; eso sí, sabía cuándo tenía que parar de pegar para no dejar marcas", asegura. "Acabas sintiéndote culpable de que te pegue. En cuatro años y medio de maltrato (y cinco de matrimonio) nunca llegué a denunciarle porque sólo le iban a condenar a arrestos domiciliarios y me daba miedo su reacción", añade.

Lleva dieciséis meses en el centro de atención y tiene el reto de salir adelante con sus hijos. "Va a ser difícil porque nunca he tenido un empleo. Mi marido no me dejaba. Decía que las mujeres que trabajan son todas unas putas, pero yo ahora lo que quiero es no volver a depender nunca de un hombre". Su hijo pequeño había comenzado a imitar el rol machista del padre.

También Isabel, una madrileña de 40 años, se repite a menudo eso de que el amor es ciego. En su caso podría decirse que por desgracia. "Mi familia, con once hermanos, en la que nunca ha existido maltrato alguno, ya me decía que ese novio mío no les gustaba nada, pero yo me casé con él", explica. Con él y con la botella que le convertía en un basilisco. Fueron once años de palizas a ella y a sus hijos. "En el verano de 1996 me sacó dos cuchillos y ya me asusté, le denuncié y permanecí con mis hijas en una casa refugio", relata.

"El juez me dio a mi la utilización del piso y le permitió a él llevarse a los niños durante los fines de semana pero sólo los sacaba un rato y se dedicaba a llamar al tiembre y a romper los cristales de la casa", añade. "Me amenazaba de muerte y me iba a esperar a sitios, así que cogí miedo y recurrí a un centro de estancias largas para maltratadas", apostilla.

Este hombre quedó absuelto en el juicio de faltas por la denuncia presentada por maltrato. "Era mi palabra contra la de él porque los vecinos de nuestro bloque- no quisieron testificar", matiza. "Decían que eran cosas de matrimonio".

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