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Las agentes literarias consolidan su función en la maquinaria editorial española

La mayoría de escritores necesita intermediarias en el complicado sector

Miguel Ángel Villena

Aquellos tiempos del joven meláncolico, con aire inequívoco de poeta y un manuscrito bajo el brazo, que recorría incansable las oficinas de las editoriales, han pasado a la historia. Hoy en día los escritores o bien recurren al estilo de Estados Unidos o tienen muy pocas posibilidades, por no decir ninguna, de publicar. Hace apenas unos años sólo una minoría escogida de autores contaba con una agente literaria. Así quedaba patente su toque de distinción, su pertenencia a la élite. Pero la mercantilización del sector editorial obliga ahora a la mayoría de escritores a contar con una guía. Las agentes literarias, todas mujeres, viven así los tiempos de una profesión en auge.

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Con nombre de mujer

Algunas incluso, como Gloria Gutiérrez, de la oficina de Carmen Balcells, muestran un cierto cansancio al hablar de la moda de las agentes literarias. "Lo cierto", señala Gutíérrez, "es que en España se ha consolidado una tendencia que sólo se ha impuesto en Estados Unidos. En realidad en países europeos tan potentes como Alemania o Francia la mayoría de escritores no cuenta con agentes. Quizá Italia figure como el otro país de Europa, junto a España, donde las agencias literarias están en fase de expansión". Al igual que otras colegas, Gloria Gutiérrez resume: "Los autores han llegado a saber que las agentes somos útiles".La veterana Carmen Balcells -que representa a una nómina impresionante de escritores como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Isabel Allende, Rafael Alberti o Juan Marsé, entre otros muchos de primera fila- tiene a gala no haber concedido prácticamente ninguna entrevista periodística en su vida. No es la única reticente a los focos porque Mercedes Casanovas declinó hablar con este diario. "El protagonismo debe corresponder a los autores", sentenció. En el caso de Casanovas sus escritores son, entre otros, Laura Esquivel, Javier Marías, Mario Benedetti o Juan José Millás.

¿Pero a qué se dedican las agentes? Estas mujeres resuelven un amplio abanico de cuestiones que van desde las declaraciones fiscales a los derechos por traducciones pasando por la promoción de los libros o tareas incluso de ayudantes de prensa. Dicho de un modo más directo, son una mezcla de consejeras, acompañantes y paño de lágrimas de los escritores. Raquel de la Concha, una de las veteranas en la profesión y de las pocas que reside en Madrid y no en Barcelona, describe así su tarea: "Con nosotras los autores están mejor defendidos e informados. Ellos no conocen el mercado editorial y nuestro trabajo les permite dedicarse a escribir y olvidarse del papeleo".

Mónica Martín, que junto a Silvia Bastos ha montado una agencia hace apenas unos meses y que cuenta entre sus autores con el Premio Planeta Juan Manuel de Prada, opina que "el editor antes era también el ángel de la guarda de los autores y ese papel se ha acabado en los grandes sellos editoriales y en las multinacionales del sector". "Está claro agrega, "que el libro es un producto cultural, pero en la práctica el proceso de fabricación y de venta es idéntico a las fábricas de tomillos o de calzados".Todas las agentes coinciden en que sin una buena promoción cualquier libro está condenado al fracaso. En un país que publica la impresionante cifra de 50.000 títulos al año y que se ha convertido en la quinta potencial mundial del sector editorial, abrirse un hueco en las librenas representa un trabajo mucho más arduo que imaginar las fabulaciones más extraordinarias o que abordar los ensayos más brillantes.

Arina Soler-Pont, a sus 29 años la benjamina de las agentes, subraya, por otra parte, que "las agentes nos hemos convertido en una suerte de filtradoras del tráfico literario. Es decir, proponemos a las editoriales sólo aquellas obras que creemos de verdad interesantes y, en general, los editores comienzan a fiarse de nuestro criterio". Representante de 44 escritores, casi todos africanos o asiáticos e incluido el turco Yaser Kernal, Anna Soler Pont ha hallado a través de la especialización en autores del Tercer Mundo un espacio en el mundo de las agentes. "Creo", agrega, "que no sobramos agentes literarias".

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