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Tribuna
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Aprendices de brujo

Joaquín Estefanía

Fueron a la cumbre de Luxemburgo imaginando que de ella sólo saldrían buenas palabras y compromisos retóricos, y se equivocaron, porque se logró la concreción de algunos puntos. Llegaron con los deberes hechos con alfileres, sin el esfuerzo adicional que requería la gravedad del problema (el paro). Desarrollaron sin complejos la tesis de un modelo económico español y de la creación de empleo, basado en el mero crecimiento; con ello entendieron que bastaba, pese a la terquedad de los datos que explican lo contrario: el empleo que se crea introduce en el mercado a los nuevos activos, pero no disminuye apenas la cifra de los tres millones de parados. Pretendieron aprovecharse de lo que más les convenía de cada circunstancia, y su, oportunismo les ha marginado de. la tendencia general. Se creyeron su propia propaganda ("Afortunadamente, el nivel de creación de empleo en estos momentos es alto, se puede cifrar en un 3%, y la tasa de paro ha descendido del 15% al l2%": declaraciones de José María Aznar, a la revista Time) y se han quedado solos. Son unos aprendices de brujo.

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Luces y sombra

Se pusieron bajo el paraguas de la poderosa Alemania, pero Helmut Kohl, haciendo política y dando otro pequeño impulso a la Europa unida, los abandonó en el último instante, al declinar el bloqueo de los acuerdos mínimos a que habían llegado los jefes de Estado y de Gobierno. Les tuvo que echar un capote Portugal (con un índice de paro muy inferior al nuestro), pero no aceptaron por ser muy costoso- el plazo de cinco años para. dar una reinserción laboral o formación a los jóvenes y a los parados de larga duración; han sido incapaces, hasta el momento, de evaluar dichos costes y explicar si existe una reasignación de recursos alternativa.

Criticaron con la prepotencia de quien desprecia cuanto ignora a los que demandaban atender a las opiniones públicas y europeizar las respuestas, y abanderaron la nacionalización de las soluciones.... hasta que les pusieron fecha (cinco años a partir de ahora) y objetivos concretos (700.000 jóvenes y más de un millón de adultos afectados por los acuerdos de Luxemburgo). Dijeron no por "sentido común": no se puede asumir lo que no se puede cumplir. Se han despertado como baluartes de una forma de entender la Unión Europea: muy aplicados en el cumplimiento de los criterios de convergencia (sobrados en algunos de ellos, como el déficit público y la inflación) y renuentes en la reinserción de los parados: el escenario más conservador en el país más necesitado de generar empleo.

Desde el viernes, 15 millones de parados europeos (los correspondientes a los 14 países, menos España) tienen una pequeña esperanza de cambiar de condición en los cinco próximos años; los tres millones de parados españoles no poseerán las mismas ventajas. La cláusula de -exclusión a la que se ha acogido el Gobierno evita garantizar las soluciones, que aquí siguen siendo promesas. ¿En qué plazo de más de cinco años puede España incorporarse al ritmo comunitario?

Por primera vez desde su ingreso en la Comunidad Económica Europea en 1986, España limita su impulso europeísta y se apunta a las excepciones. Las críticas a la renuencia continental del Partido Popular se habían hecho hasta ahora en voz baja, pero desde Luxemburgo son clamorosas. Es paradójico que quien está peor colocado en materia de empleo frene las tímidas primeras medidas activas de la historia de la Unión Europea, conseguidas como mínimo denominador de los Quince. La analogía hecha por Diego López Garrido es acertada: "Aznar ha relevado a Margaret Thatcher en el Consejo Europeo; el debate sobre el empleo ha entrado en el corazón de la UE, pero se ha parado en los Pirineos". Aznar ha cometido, en Luxemburgo, un error político.

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