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PATRIMONIO

El viejo puente de Toledo se sacude la contaminación que le llega de la M-30

Antonio Jiménez Barca

Hace 276 años, el marqués de Vadillo, entonces alcalde de Madrid, inauguró un puente de piedra que salvaba el Manzanares en el camino hacia Toledo. Nadie podía imaginarse aquel día que casi tres siglos después la obra estaría rodeada de carreteras hechas de asfalto y que por debajo, además del río, pasaría una vía llena de coches y humo de nombre estrambótico: M-30. El sucesor del marqués de Vadillo en 1997, José. María Álvarez del Manzano, del PP, visitó ayer el puente, que, tras la limpieza de la contaminación adherida, ha recobrado parte del lustre. Pero la cabeza de la estatua del hijo de san Isidro y santa María de la Cabeza, perdida hace tiempo, no hay quien la recupere ya.

Las obras de rehabilitación empezaron hace dos años, y el dinero necesario para llevarlas a término, 220 millones de pesetas, lo ha puesto la Fundación Caja de Madrid. Además de eliminar para siempre las conducciones de gas y teléfonos que aún soportaba la vieja estructura, los técnicos han limpiado el castigado material que aguantaba el puente, erigido en 1721 por el arquitecto Pedro de Ribera.Los especialistas también se han ocupado de pavimentar de nuevo el puente y de restaurar los desperfectos de los dos templetes que adornan el perfil de la construcción.

Los templetes, instalados un año después de la inauguración, son obra del escultor Juan Villabrille. Encierran, en un lado, la escultura de san Isidro, y en otro, la de su mujer, santa María de la Cabeza. Al lado de ésta figura la estatua del hijo de ambos, que, como si algo se hubiera conjurado contra el apellido materno, con el paso del tiempo se ha quedado descabezado.

Las modernas técnicas de restauración de estatuas no están por la labor de añadir nada a los originales (o a lo que queda de ellos), así que el niño, limpio y sin contaminación, seguirá sin cabeza hasta que los criterios profesionales de los técnicos varíen. El alcalde se refirió al asunto: "Es una pena que con el tiempo la estatua se haya quedado deforme y decapitada", dijo en su discurso de ayer. Por el puente de Toledo ha pasado la historia de esta ciudad. Primero pasó la guerra: las dos troneras de los nidos de ametralladoras de la guerra civil que aún persisten cerca de la glorieta de las Pirámides quedan como testigos de que el frente se situó muy cerca. A pesar de esto, ningún bombazo dañó al puente de forma irremediable. Posteriormente pasó la catástrofe: en marzo de 1952, un tranvía con los frenos estropeados se precipitó desde el puente hasta el río Manzanares, rompiendo el pretil.

Sólo para peatones

En 1974, años después de ser declarado monumento histórico-artístico, pasa la modernidad por el puente: el trazado de la primera circunvalación de la capital, la M-30, convierte la vieja construcción de Pedro de Ribera en un trayecto exclusivo de peatones con ánimo de ver un río rodeado de carreteras. Los coches se desviaron por otros dos puentes auxiliares.Lo último que ha pasado por la obra estrenada por el marqués de Vadillo ha sido la comitiva que acompaña generalmente a Álvarez del Manzano en sus inauguraciones. Entre ella, la banda municipal, que puso ayer ritmo de chotis a la ceremonia.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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