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Clinton aplaza una votacion del Congreso en la que está en juego su política comercial

Bill Clinton pidió y consiguió ayer que la Cámara de Representantes aplazara el debate y la votación que tenía previsto celebrar sobre la concesión al presidente del privilegio denominado "fast track" (vía rápida) a la hora de negociar acuerdos comerciales con otros países. Por teléfono o personalmente, Clinton intentaba ayer desesperadamente ganar para su causa a los congresistas demócratas, sus propios correligionarios. La sesión para debatir y votar el importante asunto se celebrará hoy o mañana, algo excepcional en el legislativo norteamericano.

La Casa Blanca hizo ayer sus cuentas y, poco antes del comienzo de la sesión, no existía en la Cámara una mayoría a favor del deseo presidencial de disponer del "fast track". Ese privilegio, del que han disfrutado durante 20 años y hasta 1994 todos los inquilinos de la Casa Blanca, implica que el Congreso se compromete a no enmendar los acuerdos comerciales con países extranjeros suscritos por el presidente. Tan sólo puede aprobarlos o rechazarlos en su totalidad y sin la menor demora.Clinton quiere este instrumento para incorporar con rapidez a Chile al Tratado de Libre Comercio (TLC), negociar acuerdos bilaterales entre EE UU y otros países latinoamericanos y caminar hacia la creación, en torno al 2005, del Area de Libre Comercio de las Américas, una idea aprobada hace tres años en la cumbre en Miami de los líderes de las democracias del continente.

Según Thomas McCIarty, enviado especial del presidente para América Latina, si Clinton obtiene el "fast track", las negociaciones con Chile podrían comenzar a finales de este mes, en la cumbre económica de países del Pacífico (APEC) que se celebrará en Vancouver (Canadá). El chileno Eduardo Frei se encontrará allí con Clinton, el mexicano Ernesto Zedillo y el canadiense Jean Chrétien, líderes de los actuales miembros del TLC.

Clinton ha hecho de la expansión universal del libre comercio el gran objetivo político y económico de su presidencia. Subrayando que la economía norteamericana se encuentra en su mejor momento en mucho tiempo -el paro se situó en octubre en el 4'7%, el nivel más bajo desde 1973-, Clinton declaró ayer que la negativa de la Cámara de Representantes a conceder le manos libres "sería una lo cura". El vicepresidente Al Gore y Robert Rubin, secreta rio del Tesoro, flanqueaban a Clinton en ese llamamiento efectuado desde la Casa Blanca.

En las horas siguientes, el presidente telefoneó o convocó en la Casa Blanca a decenas de congresistas para explicarles que la paz exterior, el crecimiento económico y las buenas relaciones con la mayoría de sus vecinos latinoamericanos que conoce EE UU suponen "una oportunidad histórica" para abatir las barreras comerciales en el continente.

Clinton resaltó que la apertura comercial sería aprovechada por el ahora muy dinámico sector exportador norteamericano y crearía nuevos puestos de trabajo en el país. Esa tesis ha sido apoyada en las últimas semanas por Bob Dole y los ex presidentes George Bush, Jimmy Carter y Gerald Ford. Todos piden al Congreso que le dé a Clinton la oportunidad que reclama.

Los demócratas, sus propios correligionarios, son los más reacios. Están muy presionados por los sindicatos y los ecologistas, que aseguran que los países latinoamericanos candidatos a firmar acuerdos comerciales con EE UU sobreexplotan a sus trabajadores y destruyen el medio ambiente.

También resulta paradójico que el "caucus" o grupo de congresistas hispanos esté en contra de la "vía rápida". Los legisladores hispanos aseguran que pagaron un alto precio de desgaste. ante sus votantes trabajadores al aprobar en 1993 la incorporación de México al TLC.

Newt Gingrich, el presidente republicano de la Cámara de Representantes, aceptó ayer el aplazamiento de la sesión que le pidió el presidente Clinton. Gingrich, como la gran mayoría de los congresistas conservadores, está a favor del "fast track". Pero tan sólo alrededor de medio centenar de los 207 miembros demócratas de la Cámara se declaraban dispuestos a votar lo que les pide su correligionario. La Cámara de Representantes cuenta con 435 escaños.

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