La otra cara del presidente

Desde hace unos cuantos años, y por razones complejas de exponer, cada vez hay más películas norteamericanas donde uno de los protagonistas es el mismísimo presidente de Estados Unidos. A esta nueva moda también pertenece Poder absoluto, pero tiene la gran ventaja sobre ellas de no ser una obra de propaganda sino que simplemente es el malvado de la historia, un cínico asesino, lo cual no es poca diferencia.Además, Poder absoluto es un atractivo policiaco, que no se sitúa entre las obras maestras producidas, dirigidas y protagonizadas por Clint Eastwood en los últimos años, pero que demuestra la gran habilidad narrativa a que ha llegado en el lenguaje cinematográfico.

Basada en un buen guión del reputado profesional William Goldman, adaptado de una novela de David Valdacci, narra una historia un tanto rocambolesca, pero bien estructurada y desarrollada, de un ladrón de guante blanco retirado, que de vez en cuando se ve impulsado a cometer un robo de complicada ejecución, apoyada en las complicadas relaciones que mantiene con su única hija.

Poder absoluto comienza con una escena de antología donde el ladrón de guante blanco, mientras está robando una fortuna en la mansión de uno de los hombres más ricos e influyentes, ve cómo el presidente de Estados Unidos, sus guardaespaldas y su secretaria cometen un asesinato y ocultan sus pruebas con minuciosidad. También hay otras escenas brillantes, como aquella en que el ladrón logra escapar de una trampa.

En este curioso enfrentamiento entre David y Goliat, el presidente y, sobre todo, sus guardaespaldas resultan demasiado ineficaces, pero se desarrolla un atractivo policiaco donde una vez más brillan por su trabajo interpretativo los siempre muy efectivos Clint Eastwood, Gene Hackman, Ed Harris y la joven Laura Linney, frente al veterano en gran forma E. G. Marshall.