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Tribuna
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Premio para un anarquista

Nunca habría pensado que podrían darle el Nobel a Dario Fo; ácrata, luchador y, además, divertido. Cierto que algún , ácrata lo ha tenido ya, como Beckett: pero éste era un bromista metafísico, un hombre con los pies metidos en la más terrible tragedia. Darlo Fo, en cambio, ha recorrido el mundo haciendo él mismo el monólogo más importante de sus cuarenta o cincuenta obras de teatro: Misterio bufo. Era entonces un gran cómico solitario, paseando a valsones por el escenario, hablando de una manera que parecía imposible detener, con una sonrisa que se ha llamado a veces "de tiburón", y recorriendo los puntos de la religión católica desde lo que pasó en un pueblo llamado Belén hasta la parodia del Papa en Roma. Cierto que para el mundo escandinavo esta gracia sobre el catolicismo podría agradar a su propio puritanismo: pero la proporción que podíamos tener los latinos era la de un ateo absoluto. Quizá con una ternura por el Niño Jesús y por las caricias de los mandamientos a la humanidad, pero sin ninguna creencia sobrenatural. Fo nació (1926) en una casa donde se cultivaba el teatro de aficionados, pero donde la verdadera profesión del padre era la de ferroviario: los ferroviarios italianos, como en tiempos los españoles, eran unos obreros ilustrados y, por tanto, de los partidos de su clase. Fo tomó de allí su afición al teatro, su creencia en el anarquismo y su lenguaje popular, irónico y duro. No podría creerse fácilmente que todo ello iba a hacer de él el autor más representado en el mundo. Desde luego, en Italia, donde continua y simultáneamente hay teatros, aficionados o profesionales, representando sus obras -alguna de ellas se dice que ha hecho caer algún Gobierno en Roma; pero hay que tener en cuenta la facilidad con que caen los Gobiernos italianos-, pero también en España.

Aparte del Misterio bufo, que vino a hacer aquí él mismo su teatro ha sido y es muy representado: Muerte accidental de un anarquista la han llevado varias compañías. Es la historia de un ferroviario anarquista que "cae accidentalmente" por la ventana de una comisaría donde le están interrogando suponiéndole autor de unas explosiones de bombas. Un infiltrado, el Maníaco, es el personaje que ante la policía va demostrando la falsedad de las acusaciones y la muerte; en realidad, va demostrando ante el público la fuerza de la nueva inquisición universal y en el fondo cruelmente medieval de la sociedad burguesa: que es la del público mismo. Algunas compañías de por el mundo perdieron sus subvenciones locales o nacionales por representar esa obra: lo hacían libremente, claro está, como corresponde a las democracias, pero sin ningún dinero. (El personaje del anarquista caído se basaba en un suceso verdadero, el caso Pinelli; el personaje perturbador, el Maníaco, lo interpretaba en Italia el propio Dario Fo).

Este anarquista fue a parar al Partido Comunista Italiano, o por lo menos a recibir su ayuda y su organización: su compañía (Nueva Scena, con su esposa, autora y actriz, Franca Rame) iba representando sus obras en las fábricas o las casas del pueblo, ateneos o plazas públicas: trataba de llegar directamente a las clases trabajadoras, lejos ya de la burguesía. Hacía obras de títulos totalmente pedagógicos para esta clase: El obrero conoce trescientas palabras, el patrón conoce mil, por eso él es el patrón, se llamaba una de ellas. De esa época es el Mistero buffo (1969). Pero como no dejó nunca la anarquía como fuente de su propia personalidad, el partido y él terminaron mal. Volvió entonces a su verdadera personalidad: su esposa y él refundaron la compañía, que ya tomó el significativo nombre de La Comune (por el movimiento colectivo hacia las barricadas en el París del siglo pasado): era el momento en que se extendían por el mundo las "nuevas izquierdas", y el de las revoluciones de mayo de 1968, que en París tomaron fondo filosófico de la comuna y de los pensadores anarquistas antiguos y modernos. De ahí viene directamente el estilo de Non si paga! Non si paga!, que en España fue muy bien interpretada y muy bien acogida con el nombre de Aquí no paga nadie: una especie de revolución de los consumidores que se negaban a pagar en los supermercados y en las tiendas de todas clases. (No era una utopía solamente: trataba de apoyar una campaña de reducción de precios en tiempo de inflación).

Con Franca Rame, su revolución se volvió en muchas ocasiones feminista: era una vez más la defensa del perseguido, del subestimado, de la mujer considerada como proletariado o como tercer mundo dentro de la sociedad burguesa. De este tipo es el monólogo que está haciendo ahora en España la gran actriz Charo López. Dario y Franca, con La Comuna, se adaptaron a unas condiciones de teatro pobre, capaces de adaptarse a cualquier local que pusieran a su disposición: estudiaban los decorados para que pudieran ser completos pero desmontables (los dibujaba él mismo; Franca ponía la experiencia de haber nacido en una compañía ambulante).

Dario no se ha retirado de este asalto a los tópicos burgueses que considera él que aplastan a la sociedad subordinada. No es fácil decir que haya conseguido mejoras en la vida social con su teatro: el hecho de que haya conseguido este inesperado Premio Nobel indica que de alguna manera ha sido digerido por la gran sociedad, por la más alta burguesía intelectual.

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