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Tres profesores universitarios estudian el insulto como arte

Amelia Castilla

"El Insulto es una catarsis de la violencia física", aseguró ayer Francisco José Manjón Pozas, profesor de la Universidad de Granada, autor junto a los profesores Juan de Dios Luque Durán y Antonio Pamies, Bertrán de El arte del insulto (Península). Los tres profesores, que ayer pasaron por Madrid para presentar su nuevo trabajo, coinciden en señalar que, con respecto a otros ámbitos europeos, los españoles nos llevamos la palma en lo que a cainismo se refiere. El último puesto en este escalafón sería para Japón, "el país con mayor pobreza insultológica".La calle, reconoció ayer uno de los autores, se convirtió en la principal fuente de inspiración de este trabajo, que empezó como un proyecto lexicográfico de ambición local y acabó siendo un estudio de los campos semánticos fundamentales del insulto en español, enriquecido con ejemplos en nuestra lengua y en algunas otras. De Dios aclaró que la bibliografía en español es muy reciente: "Hay una falta de tradicción lexicográfIca de poner en lenguaje escrito el lenguaje de la calle".

Los autores creen ver una cierta tendencia a sustituir el insulto sonoro por el eufemismo. Un ejemplo sería el uso de las expresiones "pierde aceite" o "el amor de la media vuelta" para llamar a un homosexual o la de "estar a las seis y media" para describir a un impotente.

Los autores de El arte del insulto lamentan especialmente la tendencia que muestra la gente más joven de recurrir al insulto más bronco y a la eficacia de los gestos en detrimento del ingenio y de la creación. Tampoco los políticos, a su juicio, son unos maestros en utilizar todas las posibilidades que ofrece esta técnica: "Salvo casos excepcionales, no saben devolverla", aclaró Manjón, quien recalcó las dosis de humor o, incluso, de cariño que puede ocultarse tras un insulto. "Es el único mecanismo dentro de la lengua capaz de tipificar a cualquier persona, aunque a unos se les diga por la cara y a otros por la espalda".

Los tres profesores ya trabajan en un diccionario del insulto que estará en la calle en breve.

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