El ídolo del taconeo
Ha entrado otra vez a Madrid Joaquín Cortés por la puerta grande aupado por casi 9.000 personas. Es sin duda un ídolo de masas, un excelente bailarín y un fenómeno para la danza española que, guste a quien gusté, no tiene precedentes.Hay mucha diferencia del teatro Apolo a la plaza de Las Ventas, y para el baile, todos los peligros. El cordobés se salta a la torera las convenciones y convence, encanta, arrastra al público. ¿Cual es el secreto? Se trata de una fórmula mixta muy actual que no descuida la danza, y así pisa con garbo el moreno sobre el gigantesco mecano. Lo que se vio en Las Ventas justifica que todos los bailarines jóvenes quieran ser Cortés. Con el formato, luces, sonido y pantallas de un concierto de rock en toda regla, este artista arma un recital al que solamente empaña el abismo del coso, la distancia que poco a poco la magia del tacón-puntatacón atomiza.
Pero Cortés hay uno solo, y ésa es otra de las sustancias de esta velada singular. No le comparo con Béjart, pero no recuerdo otro artista de la danza que llene estadios y plazas de toros.
En una espléndida forma, el bailarín se mostró generoso con la técnica, virtuoso (cortó el aire y el aliento con sus vueltas de pecho) y dominador, al tiempo que con una rara mezcla de elegancia y tono corralero; no le teme al público, y ya en Gibayí uno de sus anteriores espectáculos, planteaba ese reto coral, modernizante, fuera de serie.
El solo espectacular
Con notable sentido escénico, Joaquín Cortés ha eludido para los grandes espacios los números íntimos, recurriendo más al grupo y al solo espectacular con grandes desplazamientos a lo Rolling Stones por la escena. Puede decirse que Cortés reconvierte lo concéntrico del flamenco -una de sus esencias- en excéntrico. Su trabajo de brazos hereda aberturas y cierres circulares clásicos y hace un uso del tacón como modulador de su identidad escénica, de su estilo. ¿Hay un estilo Cortés? Lo habrá sin duda. Se trata del pulimento del baile más la experiencia, y eso es un proceso. Dentro de un tiempo habrá que leer en los posos y analizar sus aires, sus bailes ambiguos, su uso sutil y sensual de esa ambigüedad -la falda, los quiebros, los arcos de las manos-.
Ahora a Joaquín Cortés le esperan toda Latinoamérica, Japón, Australia y Broadway. Cabe preguntarse dónde irá a parar ese boceto de estilo personal que se percibió anoche en Las Ventas. ¿Facilita la fama, el oropel y la multitud el desarrollo de una carrera consciente? Es de desear. Los bailarines con el talento de este joven no abundan y no deben nunca quemarse en la fantasía de las primeras luces. No lo merece el artista mismo ni los que le esperamos siempre.
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