El rechazo a los inmigrantes emerge en un país floreciente
El avance espectacular del Partido del Progreso que lidera Carl Hagen, que casi ha triplicado sus votos en relación a las elecciones de 1993 y se coloca como segunda fuerza política del país, es motivo de análisis y especulaciones por parte de la clase política noruega. Lo que más sor ende es que un partido de sus características, que ha hecho de rechazo a los inmigrantes el e de su mensaje, haya encont do oídos receptivos en una s iedad de economía floreciente y con un índice de aro del 3,6%.Esa prosp idad proporcionada por el pet leo y el gas natural, bienes ue no parecen en vías de agot se, al menos a medio plazo ha proporcionado a los noruegos, que provienen de una sociedad campesina y austera, un sentimiento de autosuficiencia que puede ser un campo propicio para encerrarse en su pequeño mundo y desarrollar un nacionalismo exacerbado. El rechazo en dos oportunidades de su historia reciente, en 1972 y 1994, a cualquier forma de integración europea reflejan en buena medida ese sentimiento.
En ese, contexto puede rastrearse alguna explicación del ascenso electoral de Hagen y su partido, que desde hace 20 años se ha insertado como un cuerpo extraño en el mapa político noruego. Originado en un movimiento de ciudadanos descontentos con los impuestos, creado en 1973 por el periodista y político Anders Langes, Hagen asumió en 1978 la jefatura del partido nada más concluir sus estudios de Economía. A lo largo de esos años, su organización no ha logrado un programa coherente de ideas que le diera un perfil propio. Algunos componentes de su ideología -libertad de mercado, mínima intervención del Estado, exigencia de bajos impuestos, reducción del sector público- lo equiparan a cualquier partido conservador europeo.
Pero lo que le ha dado su perfil más conocido es su política respecto a los inmigrantes, que aparece teñida de componentes racistas, aunque Hagen, con fino olfato político para saber qué debe decir a sus electores, suele suavizar su mensaje.
El partido ha sufrido oscilaciones electorales en 20 años, pero ha mantenido una media del 8% de los sufragios, con un esporádico repunte en las elecciones comunales de 1995, cuando obtuvo un 12%.
Nadie cree en Noruega que el Partido del Progreso pueda ser una alternativa de Gobierno. Hasta ahora, ha sido descartado como socio de cualquier coalición. Se le ha, considero un fenómeno pasajero destinado a desaparecer. Pero reclamar que el dinero procedente de las exportaciones de petróleo se dedique a eliminar las colas de espera en los hospitales y a mejorar las escuelas y las pensiones resultó para el Partido del Progreso mucho más atractivo que predicar la austeridad aplicada por los laboristas. Los analistas políticos noruegos no aventuran ningún pronóstico sobre el futuro político de Hagen, pero durante los próximos cuatro años su presencia no podrá ser ignorada.
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