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Los centristas noruegos negocian una coalición de gobierno tras la retirada de los laboristas

Los noruegos despertaron ayer con la resaca de una noche cargada de tensiones y la sensación de que comienza un periodo políticamente caótico. Ese periodo comenzó en el momento mismo de conocerse los resultados de las elecciones: el Partido Laborista sigue siendo la fuerza más votada, con un 35,2% de los votos (65 escaños), pero no alcanzó el 36,9% que se había propuesto su líder para seguir gobernando. Atenazados también por ese 15,3% (25 escaños) conseguido por el ultraderechista Partido del Progreso, segunda fuerza más votada, la opción de una coalición centrista se perfila como la más probable. El Partido Popular Cristiano (13,7%, 25 escaños) inició consultas sobre un posible Gabinete.

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Los comentarios se centraban en la inexplicable apuesta formulada y perdida por el líder laborista Thorbjorn Jagland, y las posibles consecuencias que tendría para su futuro político, tanto como en el avance del ultraderechista Partido del Progreso, y, sobre todo, sobre las posibilidades de un gobierno alternativo.Con casi el 36% de votos obvtenidos, el Partido Laborista continúa siendo el mayor de Noruega con amplias ventajas, y pudo haber continuado gobernando en minoría en un Parlamento de 165 escaños, como lo ha estado haciendo durante los últimos 11 años, de no haber mediado la trampa que el propio Jagland se tendió. Anunció que dimitiría si no alcanzaba el 36,9% logrado en los comicios de 1993, y así lo hará tras la aprobación de los presupuestos, en octubre.

Un abanico de posibilidades comienza ahora a desplegarse La primera, ya anunciada en la noche del escrutinio, es la de un gobierno de coalición centrista liderado por el demócrata cristiano Kjell Magne Bondevik, en colaboración con el Partido del Centro (8,1%, 11 escaños) y el Partido Liberal (4,4%, seis escaños). Queda excluido. de esta coalición el Partido Conservador (14,3%, 23 escaños), que tradicionalmente había encabezado las coaliciones de gobiernos denominados burgueses, cuando aún conservaba una posición de segundo partido después de los laboristas. El encono entre los conservadores y la líder del Partido del Centro, Anne Enger Lahnstein, es tal que los conservadores no sólo se niegan a integrar un Gobierno en el que ella participe sino que han anunciado la intención de no dar sus votos para que este Gobierno se forme. Informaciones posteriores indicaban negociaciones en el sentido de que el Partido Conservador revisara esa posición.

El Partido del Progreso está descartado como socio de cualquier coalición. Hasta ahora ha existido en todo el espectro político noruego una suerte de acuerdo tácito para que así sea, y no parece que nadie esté dispuesto a romperlo. Pactar con Hagen sería como pactar con el diablo. El problema es que los ultraderechistas tendrán un peso considerable en el Parlamento que entrará en funciones a partir de estas elecciones y que gozarán de una posición de privilegió en el sostenimiento o caída de cualquier gobierno en minoría que se forme.

La coalición prevista tiene a su favor que el candidato a primer ministro, Kjell Magne Bondevik, es una figura con experiencia en materia de Gobierno, de gran popularidad y que cuenta con grandes simpatías en sectores de los diferentes partidos. Por otra parte, en su esbozo de Gobierno para los primeros 100 días, ha anuncia do medidas que priorizan la atención de los ancianos, las familias con hijos, el cuidado de la salud, temas que tocan el corazón de los electores y que fueron decisivos en el resultado de las elecciones. Bondevik inició ayer mismo los sondeos encaminados a la formación de dicho Gobierno, aunque las conversaciones decisivas tendrán lugar la próxima semana.

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Una segunda alternativa, menos creíble, es la de que los conservadores se avinieran a sustituir al centro en otro gobierno de coalición. En ambos casos el destino de tales gobiernos estará en las manos de Hagen.

Los laboristas guardan silencio mientras asimilan el golpe que les ha proporcionado su líder, más que los electores. Y un nuevo Gobierno laborista en minoría presidido por otra figura del partido -se menciona expresamente al joven ministro Jens Stoltenberg- no es una posibilidad descartable.

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