Aplausos y mucha emoción en Londres
Un respetuoso silencio roto sólo al final por los aplausos del público que homenajeaba así a la princesa de Gales, marcó ayer el funeral oficiado en Londres en su memoria. En un día luminoso, el cadáver de Diana recorrió por última vez las calles de la ciudad. Su hermano Charles Spencer, sus hijos los príncipes Guillermo y Enrique, su ex esposo Carlos de Inglaterra y el padre de éste, el duque de Edimburgo, acompañaron el féretro cubierto de lirios blancos y un pequeño ramo en la tarjeta en la que destacaba un palabra, "Mamá". Unos dos millones de personas, según dijo anoche la BBC, participaron en la despedida.Como estaba previsto, el ataúd de la princesa salió del palacio de Kensington a primera hora de la mañana. Envuelto en un pendón real enfiló Kensington Road, la vía escogida para llegar a la abadía de Westminster, escenario del responso. Un regular tañido fúnebre subrayó la solemnidad del momento. Fue el único sonido audible junto a los sollozos del público congregado a lo largo de la ruta. En Hyde Park, esperaban más de 60.000 personas, que luego siguieron la ceremonia por pantallas gigantes.
A esa altura, se había coronado ya la mitad del trayecto amplido por el palacio de Buckingham para que todo el mundo pudiera ver pasar a la princesa. "Ojalá esto no hubiera sucedido nunca", balbuceó una joven caribeña que acudió con toda su familia a Londres. "Estoy seguro de que no me olvidaré nunca. Sólo creeré que está muerta cuando lo vea", había exclamado por la mañana James, un londinense de 45 años y ojos llorosos. Al pasar frente al palacio de Saint James, residencia de Carlos de Inglaterra, pudo despejarse la mayor duda de la jornada. A sus puertas aguardaban los dos hijos de Diana. Vestidos de oscuro, con mirada triste y secándose de vez en cuando las lágrimas, Guillermo y Enrique iniciaron una procesión distinta a cualquier otra.
Señal de respeto
El príncipe de Gales dejó en manos de sus chicos la decisión de acompañar a su madre. Así lo hicieron al final. Detrás de ellos no avanzaron los poderosos de la tierra. En señal, de respeto por la personalidad y labor humanitaria de Diana, unos 500 miembros de asociaciones caritativas ganaron también la puerta del templo.
En la abadía, el primer ministro laborista, Tony Blair, el cantante Elton John y el conde Charles Spencer, hermano de Diana, jugaron cada uno a su manera un papel relevante en la emocionante ceremonia. Después del minuto de silencio observado con profundo recogimiento en todo el país, el féretro fue trasladado a la casa solariega de la princesa Althorp. Por el camino, al norte de Londres, el coche fúnebre se llenó de flores y hubo muchos aplausos. El entierro se celebró en la intimidad y sólo asistió la familia Spencer, los dos hijos y Carlos de Inglaterra. "Que descanse por fin en paz", deseó un coro de voces anónimas captado por la BBC.
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