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La Eva moderna

La Eva moderna es el afortunado título con que sus organizadores han denominado la exposición que sobre la ilustración gráfica española entre 1914 y 1935 se celebra en los salones de la Fundación Mapfre Vida. La exposición ha vencido al inclemente agosto y aún tiene las puertas abiertas. Espléndida muestra, que aúna el esplendor de nuestra ilustración de aquellos años con el desarrollo vertiginoso que la mujer tuvo entonces.El periodo de entreguerras creó, en efecto, un nuevo tipo de mujer: la dama entrada en carnesdel XIX cedió el paso al cuerpo estilizado, el polisón a la dulce falda inquietante, que destapa al fin las piernas, al traje plisado y ajustado que contornea la silueta: la señora de la casa, la rosa de otoño de que hablaba el reaccionario Benavente se convirtió en fresca rosa de primavera, lúcida y lúbrica. La musa realista esponjada en carnes las pierde de pronto y se vuelve aérea lineal, algo efébica. La nueva Eva, la Venus porvenirista que mencionaban las gentes de la vanguardia, fuma públicamente, conduce, juega al tenis, al golf, al críquet, esquía, nada, hace gimnasia, monta en barco sin necesidad de acompañante, es incluso aviadora. Esta Eva alada y delgada, cimbreante y seductora, se muestra también desnuda alguna vez en estas ilustraciones, a veces en compañía de un inequívoco caballero, toma la iniciativa en el lance amoroso, exhibe su ropa interior.

La Eva moderna permite considerar dos elementos: la brillantez de la ilustración gráfica española de aquellos años, que contó con cultivadores de primera clase como Rafael de Penagos o Salvador Bartolozzi, entre otros muchos, y la rapidísima evolución de las costumbres y del papel de la mujer. Cierto que se trata del papel de la mujer de la alta o acomodada burguesía y que la mujer obrera tardaría años en acceder a estos niveles,pero el camino estaba ya dibujado y parecía que esa evolúción era irreversible. Con ella, ¿a qué engañarnos?, venían el sufragio universal, el divorcio, el amor libre, la desjerarquización del matrimonio, la coeducación, etcétera. La llegada de la Il República no hizo sino acelerar las cosas en este sentido, aunque con una mayor irradiación social.La guerra civil echó al traste muchos de estos sueños. La guerra civil y la II Guerra Mundia . Ambas fueron demoledoras en el orden de las costumbres, y muchos problemas, que estaban planteados, quedaron hibernados durante años. En España la Sección Femenina y quienes no eran la Sección Femenina decidieron poner la tranca en la puerta de casa, alzar a categoría a la mujer cristiana, vaso del varón, guardia del hogar, espejo de virtudes, inquebrantable bastión de la fidelidad y, llegado el caso, la pata quebrada, y a callarse, que muditas quedaban mejor.

La regresión no pudo prosperar. En Europa antes que en España, pero en España también -ya en los años sesenta, ay-, la Eva moderna, y ya mucho más socializada, impuso su paso firme, airoso, juvenil y desprejuiciado, y les hizo un espléndido corte de mangas a los parroquiales manguitos, a las púdicas rebecas y a las policiales faldas. Llegó la de Mary Quant, Regó el dos piezas y más tarde el advenimiento de los panties, que nunca bendeciremos bastante. Además llegó la democracia, el divorcio, etcétera. La Eva moderna está ya entre nosotros y no parece que vaya a marcharse nunca. Ahora lo que hace falta es el Adán moderno, que asuma de una vez por todas que a igualdad de trabajo corresponde igualdad de salario, que entienda que no existe el ama de casa sino la trabajadora del hogar, que como tal merece sueldo, que sepa, en fin, ser igual a todos los efectos.

De la España más dura, más irreductible, llegan todos los días oscuras noticias de malos tratos a las mujeres. Hoy son ya noticia; acomienzos de siglo no lo eran, comenzando por los niveles más humildes, donde el marido sacaba a la primera de cambio el cinturón y propinaba a la esposa el castigo correspondiente. Ocurría incluso en medios mentalizados, como en el matrimonio de anarquistas que Fernán-Gómez describe en su excelente novela La Puerta del Sol. Pero la Eva moderna sabe evitar las situaciones del correazo: está en otro mundo, sin que le haga falta recurrir a la lésbica consigna ("contra la violación castración") del feminismo radical.

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