Historias de España
"Primo" fue el dictador Primo de Rivera. No Primo Carnera, campeón del mundo del peso pesado, que también fue un fraude. Primo, decían amigos y enemigos, y la aristocracia, y Alfonso XIII, que le hizo y le deshizo, y ni así se salvó, tampoco, de algunas cosas (léase el gran libro de Leguineche sobre el desastre de Annual; y sobre toda la intrepidez, el robo y la furia de la que se llamó "guerra de África", que no pasó del festón inmediato del continente).Tanta importancia tuvo que el hijo de Primo, conocido como "José Antonio", y los militares africanistas, y los monárquicos de Alfonso XIII se amotinaron, y su motín derivó en guerra civil, y en posguerra no bien extinguida, para restaurar. No va a ser fácil que me hagan tratar con protocolo a esos personajes: pero "el viejo Primo" no es despectivo, y lo prefiero a lo que me sugieren de "el general Primo de Rivera y Orbaneja, presidente del Directorio Militar". Lo hace Enrique de Aguinaga (Cartas al director de ayer, en este periódico). Como me cuesta trabajo llamar Generalísimo a Franco. De las tres o cuatro cosas que sé de Enrique de Aguinaga es que él era de los de "el joven Primo": un falangista -nosotros decimos "fascista"- del diario Arriba, de los que luego recogió Anson en Abc: creo que ya no está (en cambio, ahora, está Cándido. Otra pluma). Es natural que a Enrique le parezca que hay que tratar con títulos, nombres y grados a aquellos personajes.Yo me crié en una casa donde se conspiraba contra su dictadura y se sufrió con la siguiente; y he estudiado, como he podido, historia de España; la he vivido. Por aquellas razones he sido autodidacto -no "autodidacta", que dicen ellos- y no como Aguinaga, que es de la Academia de Doctores.
Cuando él estudiaba, yo trabajaba de meritorio (no es lo mismo que emérito), en un periódico. Ah, él parece reprocharme, sobre todo, que atribuya la frase "la funesta manía de pensar" al viejo Primo, cuando es anterior: del memorial dirigido a Fernando VII por la Universidad de Cervera: la verdad es que Primo la dijo más de una vez dirigida a intelectuales. Ahora también sé que el doctor Aguinaga tiene más libros de citas que yo. Quizá él pudiera encontrar quién envió a Primo, cuando se alzó, un telegrama que decía: "¡Olé tus cojones!". O a quién se lo mandó Fernando VII, o Franco; o a Miláns. Todos iguales.
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