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FESTIVAL DE SALZBURGO

Sobrecogedora versión de "Boris Godunov"

Gergiev y Wernicke presentan un sobrio montaje de la ópera de Mussorgski

Borís Godunov es una ópera en la que sedan cita elementos tan variados -el carácter de ópera nacional rusa, la importanciade los coros, la dificultad del papel protagonista- que en sus representaciones se deben unificar muchos esfuerzos para obtener resultados convincentes. Las producciones de Borís Godunov que llegan del Este suelen caer en un pintoresquismo que roza lo folclórico y únicamente Andrei Tarkovski logró trascender escénicamente la universalidad que los pentagramas de Mussorgski contienen. La mirada centroeuropea y reflexiva en la escena de Wernicke unida al apasionamiento ruso en la música de Gergiev es explosiva. Borís Godunov se ve y se escucha con un escalofrío.

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Avance del 98

Valery Gergiev hacía un doble debú: se presentaba en los festivales de verano de Salzburgo y se ponía por primera vez al frente de la Filarmónica de Viena. Había mucha curiosidad en comparar esta combinación Gergiev-Filarmónica de Viena con la de Abbado-Filarmónica de Berlín, entre otras razones porque el director milanés es el oficiante incondicional de la música de Mussorgski fuera de Rusia. También había curiosidad en comprobar si el sonido refinado de los vieneses se adaptaba a la aspereza con que habitualmente se acercan los directores rusos a su repertorio.Pues bien, Gergiev consiguió una interpretación sensacional a base de potenciar el sentimiento melódico, de crear un clima dramático con unos contrastes dinámicos espeluznantes, y sobre todo llenando de pasión cada instante de la ópera con una intensidad al límite de lo agresivo.

Ante este enfoque revulsivo, la Filarmónica de Viena se galvanizó respondiendo con una interpretación antológica. Nadie diría que unas horas antes habían hecho una Novena de Mahler con Bernard Haitink en una versión poderosa y expresiva. En Borís se transfiguraron y los metales, por ejemplo, sonaban con la virulencia con la que suenan los de San Petersburgo, pero sin perder nunca la belleza tímbrica vienesa.

Gran triunfador

Queda mucho Festival de Salzburgo todavía, pero ya se puede asegurar que Gergiev va a ser uno de los grandes triunfadores. El actual director del teatro de ópera Marinski (antes Kirov) de San Petersburgo pertenece a lo que se ha dado en llamar la generación del relevo. Ha nacido, como Chailly o Rattle o Salonen, en la segunda mitad de este siglo, y como ellos se encuentra en un punto ascendente de madurez. Su versión de Borís Godunov echó fuego.Los coros de la Opera de Viena o de Bratislava o el infantil Tölzer Knabenchor se adaptaron al ritmo que impuso el director. Samuel Ramey canceló su anunciada presencia como Borís y está siendo sustituido por Anatoli Kortscherga o por Wladimir Waneew, según los días. Este último hizo una actuación convincente en la premiere del domingo 3, tanto desde el punto de vista musical como desde el teatral. En el largo reparto destacaron las voces de Olga Borodina, Monte Pederson y F. Kusnetzow.

Punto y aparte merece la puesta en escena de Wernicke, llamada a convertirse en un clásico de los noventa y, desde luego, en un ejemplo modélico de cómo se puede sacar el máximo partido al inmenso escenario de la sala grande del Palacio de Festivales de Salzburgo.

Sobre un gran fondo con fotografías enmarcadas de los gobernantes rusos desde el siglo XV hasta la actualidad (con los Gorbachov o Yeltsin incluidos), Wernicke consigue hacer una transgresión temporal del reinado de Borís Godunov y convertirlo en una síntesis de la historia de Rusia, haciendo especial hincapié en las relaciones del poder político o religioso con un pueblo siempre manipulado. Las masas corales están movidas en escena con enorme habilidad (hay persecuciones policiales que recuerdan a algunos cuadros de Genovés) y el trabajo sobre los cantantes actores es de una gran eficacia a la hora de perfilar sus motivaciones. Entre los efectos plásticos impactantes -están la utilización de una enorme campana que podría ser heredera natural de la de Andrei Rublev de Tarkovski, la utilización de casas-cárcel -para la colocación del coro o la grafía original rusa en determinados complementos escénicos. La resolución del acto polaco es un modelo de sencillez y elegancia, consistiendo simplemente en resaltar el valor simbólico del piano en las clases ilustradas.

La versión musical utilizada es la que incluye el cuadro revolucionario. Con ello la ópera gana en amplitud y representatividad colectiva.

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