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Hacienda eleva del 10% al 20% la desgravación a las productoras de cine

Cortés afirma en Santander que pretende sustituir "la protección por la promoción"

Javier Sampedro

La política cinematográfica del PP consiste, según el secretario de Estado de Cultura, Miguel Ángel Cortés, en "sustituir la protección por la promoción". Es decir, en recortar las subvenciones y aumentar las desgravaciones. Lo primero se logró el 27 de junio con un decreto que endurecía las condiciones para que las películas recibieran ayudas. Y lo segundo ha dado ahora el paso que esperaba el sector al haberse comprometido Hacienda a elevar al 20% de la inversión -ahora es el 10%- las desgravaciones a las productoras audiovisuales en los Presupuestos Generales de 1998.

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Cultura no ha logrado de momento arrancarle al Ministerio de Economía y Hacienda una segunda concesión esencial para capitalizar las grandes producciones: la creación de incentivos fiscales para que cualquier empresa, banco o fondo encuentre atractivas las inversiones en proyectos audiovisuales. Cortés dio cuenta ayer de estas negociaciones en la Universidad Menéndez Pelayo de Santander.Según el director general del Instituto de Cinematografía, José María Otero, las desgravaciones ya aprobadas "están calculadas para que las productoras que obtengan beneficios no tengan que pagar impuestos". La medida pretende animar a estas empresas a que reinviertan sus ganancias en la realización de nuevas películas. La mejora fiscal, que es una iniciativa de los propios productores, beneficiará sobre todo a los filmes más ambiciosos, que requieren grandes inversiones iniciales. Cultura considera que el sector está excesivamente atomizado: hay 150 empresas registradas, de las que 130 sólo tienen una película en su haber.

Cultura o pasatiempos

El historiador y ensayista Román Gubern considera "preocupante" esa apuesta del Gobierno por favorecer a los grandes grupos industriales. Gubern recuerda que las pequeñas productoras, como las de Elías Querejeta o Bigas Luna, han jugado un papel muy importante en el cine español de creación y subraya: "El fundamentalismo de mercado puede acabar convirtiendo el Ministerio de Cultura en un Ministerio de los Pasatiempos".Otero replica que la política de subvenciones es insuficiente para abordar los cada vez más abultados presupuestos de rodaje. También indica que los filmes que han logrado más éxitos de taquilla en el último año son, en gran medida, los mismos que han acaparado los premios en los festivales de prestigio.

Miguel Angel Cortés llegó a Santander armado con los halagüeños resultados que han logrado las películas españolas en el primer cuatrimestre de 1997: 4,35 millones de espectadores (frente a 3,8 en el mismo periodo de 1996) y 2.400 millones de pesetas de recaudación (frente a 1.900). La cuota de cine español fue del 13,5%. Además, el número de salas abiertas ha crecido de 1.849 a 2.024. El secretario de Cultura fue cauto a la hora de atribuirse parte del mérito por esas cifras. Reconoció que, en gran parte, se deben a que la reactivación económica ha permitido al ciudadano aumentar su consumo de productos culturales y de ocio y tuvo buen cuidado de elogiar los buenos oficios de productores, directores y actores. Luego añadió con insólita modestia: "Y algo tendrán que ver también los dos decretos ministeriales, que nosotros hemos promulgado".

Aunque eclipsado en parte por los anuncios fiscales de Cortés, arrancó así en las aulas santanderinas el seminario El cine y las bellas artes, organizado por el director Manuel Gutiérrez Aragón y el catedrático (le Imagen de la Complutense Enrique Torán. El actor y director Adolfo Marsillach aprovechó su intervención para impartir un considerable rapapolvo. a las modas de interpretación en el cine español. "Es lamentable", comentó Adolfo Marsillach, "pero lo cierto es que nuestros directores de cine odian el teatro; por eso les molestan los actores teatrales- a los que no entienden, y de los que piensan que son unos pesados que se pasan el día haciendo preguntas que son inconvenientes".

Se queja Marsillach de que los realizadores rechacen utilizar en sus rodajes a los actores de teatro porque los consideran afectados. "Dicen que son poco naturales porque se les entiende lo que dicen; parece ser que lo natural es que los intérpretes se atropellen y se pisen las líneas unos a otros".

Marsillach ha salido mayormente escaldado de sus experiencias cinematográficas. Se dice incapaz de concentrarse, por ejemplo, en una escena amorosa mientras el director le gesticula al cámara a pocos centímetros de su cara, el jefe de iluminación le hace ostentosas señas al técnico de los focos y otras 20 personas evolucionan de un lado a otro indefectiblemente comiendo bocadillos".

De las escuelas de interpretación no tiene el mejor de los conceptos. Asegura que el método Stanislavski y la influencia del Actor's Studio han conducido a los intérpretes a muchos excesos y remata: "Últimamente los actores indagan tanto en el personaje que se pierden; olvidan que los que tienen que salir al plató no son sus personajes, sino ellos".

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