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Cultura asocia el bajo índice de lectura a la escasez de ediciones de bolsillo

Los editores reclaman la libre circulación de libros en el mercado latinoamericano

Javier Sampedro

La paradoja es conocida: la industria editorial española es la quinta del mundo y saca a la calle 50.000 títulos cada año, pero los índices de lectura persisten en su modestia. Según un Mapa de la lectura que está elaborando la Dirección General del Libro, una razón principal de la falta de lectores es la escasez de segundas ediciones de bolsillo a bajo precio. Los profesionales reunidos en Santander en el XIII Encuentro sobre la Edición señalan que los libros de bolsillo ya han proliferado mucho en España, pero admiten que la gran eclosión está todavía por llegar.

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Según el director general del Libro, Fernando Rodríguez Lafuente, que inauguró ayer el encuentro en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, la mayor parte de los nuevos títulos editados en España mueren en la primera edición. La experiencia de los países con altos índices de lectura indica, sin embargo, que las segundas ediciones de bolsillo son las que arrastran al grueso de los lectores.El presidente de la Federación de Gremios de Editores, Pere Vicens, se muestra de acuerdo en que las segundas ediciones de bolsillo están poco desarrolladas en España, pero puntualiza que hasta hace poco la demanda era insuficiente para hacerlas rentables. Esta situación ha cambiado ahora con las nuevas tecnologías.

Vicens recuerda que los libros baratos de bolsillo -como la célebre colección de RTVE de los años sesenta, cuyas desvaídas tapas amarillas pululan aún por las ferias- requerían unas tiradas cercanas al medio millón de ejemplares. La electrónica permite ahora rentabilizar una tirada de 30.000 o 40.000 volúmenes con precios atractivos, entre las 500 y las 800 pesetas.

También recalca Vicens que en España están muy extendidas las segundas ediciones "de quiosco", que se distribuyen con periodicidad semanal, que han venido hasta ahora a cubrir un hueco de mercado similar, al menos en materia de precios.

Colecciones de calidad

Jorge Herralde, editor de Anagrama, discrepa en buena medida de Rodríguez Lafuente. "En los últimos años ha crecido enormemente la edición de bolsillo", dice. "Al menos siete editoriales importantes tienen en la calle ahora mismo colecciones de calidad a precios inferiores a las mil pesetas". Con todo, Herralde reconoce que el libro de bolsillo "se está inventando" todavía y asegura que puede aún crecer mucho y ganar. puntos de venta y más espacio en las librerías.Tanto el editor y periodista Javier Pradera como Juan Cruz, editor de Alfaguara y director de coordinación editorial del Grupo Santillana, enfatizan la necesidad perentoria de "crear nuevos lectores". Parte de esa responsabilidad cae del lado de la política educativa, pero los editores también deben mostrar imaginación e iniciativa. "No hemos sabido explotar el mercado del libro de bolsillo", dice Juan Cruz, que aboga por un acuerdo entre editoriales para lanzar una gran colección al estilo de la británica Penguin Books.

Los encuentros sobre la edición vienen celebrándose en la universidad santanderina desde 1983 y han constituido desde entonces -tal y como señaló ayer el editor Rafael Martínez Alés- uno de los principales foros de intercambio de ideas de la industria editorial en lengua española.

Ayer se habló mucho del mercado latinoamericano, cuyas relaciones internas y con la industria española tienen un gran espacio por explorar y por explotar. Según Carmen Barvo, del Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina, el objetivo inmediato es la libre circulación del libro entre los países de lengua española.

La eliminación de barreras arancelarias es ya un hecho en un grupo de siete países latinoamericanos, pero sólo para títulos editados por ellos. Una iniciativa del ex presidente colombiano Belisario Betancur propondrá a la cumbre de presidentes latinoamericanos que se celebrará en Venezuela en noviembre que la libre circulación de objetos culturales se extienda al resto de los países, España incluida.

Juan Cruz vindicó "una apuesta más consecuente para que el espacio común de la lengua lo sea también del comercio editorial". Según él, ello podrá configurar un gusto literario distinto "que deje de confundir los primeros puestos de ventas con la verdadera repercusión literaria".

Adolfo Castañón, del Fondo de Cultura Económica mexicano, se refirió a las quejas españolas y americanas sobre las relaciones de las industrias editoriales de los dos lados. Por parte americana, estas quejas versan, según él, sobre "la falta de estímulos, el intervencionismo del Estado en libros de texto y la incomunicación inveterada entre los países".

"Pero la fauna hispánica", prosigue Castañón, "no canta menos bien el bolero del desengaño: la competencia despiadada de los grandes grupos contra las pequeñas casas vanguardistas y el ritmo vertiginoso que hace del libro otra variedad de papel desechable y de los escritores estrellas por un día, si no por una tarde o una mañana".

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