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LA CUMBRE DE MADRID

La OTAN incorpora sólo a tres países del Este

Washington impone la ampliación reducida, pero París logra la mención de Eslovenia y Rumania

Xavier Vidal-Folch

La Alianza Atlántica inició ayer el más importante proceso de ampliación en sus 48 años de existencia. Por su número, porque afecta a tres países. Por su significado, porque se extiende a los territorios del antiguo Pacto de Varsovia. Los Dieciséis invitaron a Polonia, República Checa y Hungría a entablar negociaciones formales para su adhesión, suscitando el entusiasmo de sus mandatarios. Estados Unidos se alzó claramente con su principal objetivo: la primera oleada de la ampliación será reducida. Pero tuvo que pagar un indeseado peaje a Francia e Italia: a mención explícita de Rumanía y Eslovenia como los probables siguientes socios. La cumbre, como estaba previste aplazó a diciembre la reforma de la estructura militar.

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"Esta decisión pasará a los libros de historia", concluyó, enfático, el secretario general Javier Solana. Y es que a los doce fundadores de 1948 / 1949 sólo se les han añadido Grecia y Turquía (1952), Alemania (en 1955) y España (en 1982). Ahora los nuevos socios serán, de una tacada, tres. Con ellos, el territorio europeo de la OTAN aumentará en un 14% y sus fronteras exteriores, en un 32%.Más decisiva que el calendario y la geografía, la política recuerda que los tres candidatos militaron en el bloque soviético. La Alianza se amplía así a sus antiguos enemigos, en un proceso de negociación que deberá ratificarse para el cincuentenario, en abril de 1999. De resucitar, a José Stalin y Harry Truman les daría un susto de muerte.

De entrada, un abismo separó a los Dieciséis en dos bloques. Apoyaron la ampliación reducida propugnada por Estados Unidos (a sólo tres candldatos), el Reino Unido y los nórdicos, Islandia, Noruega y Dinamarca. El británico Tony Blair, le hizo el trabajo sucio a Bill Clinton: "Esto es una alianza militar y no un club político", dijo, por lo que "ir más allá de un compromiso genérico sobre la segunda oleada sería un error".

Se enfrentaba así a quienes sostenían la necesidad de que la primera oleada añadiese a Rumania y Eslovenia a la lista de agraciados, o en su defecto, se los mencionase como los próximos probables invitados. Esta era la posición de diez países, encabezados por Francia e Italia. El presidente francés Jacques Chirac sostuvo que "los cinco cumplen los criterios, por lo que no podemos dejar de admitirlos". Se refería al cuádruple requisito para la adhesión: sistema democrático, economía de mercado, control civil de las fuerzas armadas y buena vecindad fronteriza con los países vecinos. El canadiense Jean Chrétien y el holandés Wim Kok le apoyaron con fuerza. Otros partidarios de la ampliación amplia, como el español José María Aznar, jugaron con dos barajas: "España puede aceptar cinco, pero lo importante es mantener la unidad interna y la eficacia", argumentó, abriendo camino a los propósitos norteamericanos.

"Traición" de Kohl

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En medio, nadando y guardando la ropa consensual, braceaba el canciller alemán, Helmut Kohl. "Nos ha traicionado", lamentaba un diplomático francés.Constatado el desgarro, los líderes encargaron el remiendo, sus ministros de Exteriores. Forcejearon durante tres horas. Constataron que no se podía obligar a nadie, aunque fuese minoría, a aceptar nada superior al mínimo común denominador, consagrando así la invitación a sólo tres países. Pero a cambio, satisfacieron el segundo mejor escenario de franceses e italianos: indicar una fecha concreta para "reexaminar la ampliación", el mismo 1999; citar "especialmente a Rumanía y Eslovenia" entre los países del sureste europeo a los que se "reconocen y tienen en cuenta" sus progresos democráticos, y destacar el "compromiso" aliado en la estabilidad de la región.

Alcanzado el acuerdo, Chirac lo bloqueó a las 14.45. ¿Por qué? Porque le molestaba que junto a la mención a sus patrocinados por la que batió su cobre, figuraba otra favorable a los bálticos, que Alemania y los escandinavos habían colado de rondón. Un sudor frío de una hora heló la cumbre. Al final, Solana propuso un cambio cosmético: pasar a otro párrafo distinto la mención a los bálticos. "¿Alguien se opone?", inquirió. El aire, denso, se cortó unos instantes. Nadie se opuso.

El premio de consolación a eslovenos y rumanos no supone un "compromiso formal" de invitarlos en 1999, recordó el ministro de Exteriores español, Abel Matutes. Pero sí "un compromiso preciso de discutir la cuestión en esa fecha y el reconocimiento de que están en posición privilegiada", destacó el italiano Romano Prodi. "Hemos obtenido una perspectiva clara, una fecha concreta y la mención de dos nombres entre los doce candidatos, es un buen resultado", coincidió Chirac. "Las tres naciones afectadas preparan el camino para la futura adhesión de otras", remató Clinton.

Los líderes de las tres elegidas, el checo Václav Havel, el polaco Alexander Kwasniewski y el húngaro Gyula Horn, redactaron una declaración conjunta. En ella agradecían la decisión de la Alianza, por lo que supone de reconocimiento de "los tremendos esfuerzos" de modernización realizados. Y, elegantes, apoyaron a los candidatos por el momento descartados. Estos, sobre todo Eslovenia y Rumania, se mostraban desencantados, pero no desesperados. En cuanto acabe la cumbre, Clinton acudirá a Polonia a capitalizar su patrocinio, y luego a Rumania, para lamer sus heridas, en una hábil iniciativa diplomática. Pero será Chirac quien acapare los dividendos de haber elevado a los rumanos de la categoría de externos a la de mediopensionistas. Un indicio: los periodistas de ese país le acogieron con insólitos aplausos tanto al inicio como al final de su conferencia de prensa.

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