Las tres derechas y nosotros
Si el franquismo laminó fisicamente a la izquierda y a una pequeña pero no insignificante parte de la derecha (nacionalistas periféricos o españolistas ilustrados) leal a la República, también desmontó a la derecha que le apoyó por el procedimiento de anular cualquier intento de ésta para organizarse políticamente: desde los fascistas confesos hasta los monárquicos juanistas o no juanistas, o los llamados a sí mismos democristianos y otras tribus de menor entidad. Todas estas derechas franquistas compartían aspectos sustanciales del nacional-catolicismo (auténtica "ideología" del fascismo. español, todavía no estudiada sistemáticamente desde esa perspectiva ideológica), pero diferían en la forma del Estado e incluso en el modelo económico aplicable. Les unía también el antirrepublicanismo y el silencio -en el mejor de los casos- ante el dictador y sus abusos. Pero algunos de entre sus líderes fueron evolucionando hacia. una alternativa democrática: sus herederos o ellos mismos fueron los que pactaron la transición con la izquierda y la derecha antifranquista, pero lo hicieron sin un respaldo organizativo consistente: Franco no les había dejado tenerlo. En esas condiciones, la derecha continuó dividida en forma y fondo: no sabían lo que querían e hicieron fracasar sus propias alternativas orgánicas, como la UCD, antes de dar en la fórmula PP, que hoy parece bastante (?) asentada. Las derechas nacionalistas de raíz republicana continuaron a su aire, muy vinculadas al poder económico periférico (y no periférico, en parte) y distanciadas de la derecha central, de la que nunca dejaron de desconfiar política y económicamente. Las corrientes ilustradas descendientes de la antigua derecha española y republicana se encontraron a gusto en un PSOE renovado -ése es una parte del disputado voto de autoubicación centrista-, o bien en la misma derecha nacionalista, liberal y periférica, con la que simpatizaron sin problemas. Los tiempos habían cambiado, y la derecha ilustrada de los años treinta no estaba lejos ahora del socialismo democrático o del nacionalismo liberal o socialdemócrata. De tal forma fue ésto así que durante mucho tiempo ese bloque histórico "nacionalismo / socialismo" funcionó sin grandes problemas frente a los herederos directos del franquismo. No hubo puentes entre las tres derechas (franquista, republicana o ilustrada y nacionalista periférica). Hasta hace un año. Y ésta es la gran novedad política a cuya luz quizá vale la pena analizar los últimos acontecimientos también políticos.¿Representa el PP a la opinión conservadora y/o liberal del Estado, tanto cualificada -líderes empresariales o financieros, intelectuales de ese pensamiento, profesionales, etcétera- como no cualificada -ciudadanos en general de esas ideas-? ¿O el pacto de hecho que está funcionando entre el PP, una parte del voto urbano centrista e ilustrado y las derechas históricas (socialdemócratas y/o liberales) nacionalistas (es decir, grosso modo, las tres derechas) es un pacto contra natura destinado a no durar?
En la perspectiva económico-política actual, el apartado económico, cuenta con el viento en popa que conduce a Maastricht y que parece bastante consistente, pero esta empopada económica no tiene traducción política: los malos modos se repiten y hay serios fundamentos para hablar de intentos de restricción en el terreno de la expresión y la comunicación pública. Puede pensarse, erróneamente, que mientras las cosas económicas vayan bien la opinión popular será favorable. Esto no es así. Los partidos, y también los individuos, ponen en juego no sólo su interés inmediato, sino toda una perspectiva simbólico-vital que es tan o más importante que lo monetario. Por otra parte, la propia dinámica económica necesita de la confianza general para seguir funcionando más o menos a gusto de casi todos, y para tener una traducción real a la vida cotidiana. Un Gobierno al que le van bastante bien las cosas económicas y mal las políticas, sólo puede mantenerse sobre la demagogia y el autoritarismo, y éste es un mal camino en el que más temprano que tarde acabará por transgredirse el marco constitucional de forma grave. Es difícil que en estas condiciones las tres derechas continúen unidas por mucho tiempo: las dos derechas de herencia liberal necesitan de la libertad como el pez el agua, porque la libertad es su símbolo histórico y su identidad electoral, y ni las personas ni las organizaciones que representan a esas derechas de genealogía antifranquista pueden implicarse de ningún modo en una estrategia restrictiva.
En este panorama, el encuentro histórico entre las tres derechas vive numerosas paradojas y dilemas que forman parte del proceso de reconstrucción de la derecha hispana para afrontar un presente y un futuro democráticos en el que están compitiendo y van a competir con fuerzas de raíz popular muy poderosas a las que tendrán que respetar no sólo por mandato constitucional, sino, y sobre todo, por el futuro en paz de un país muy saturado de problemas estructurales ya históricos y temibles, a los que nadie debe tentar con toscas amenazas, con absurdos arbitrismos, con insultos a colectivos enteros (aunque se hagan a individuos) y un sectarismo innecesario y creciente.
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