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Cuanto más malas, mejor

Se edita en España el libro 'Las chicas buenas van al cielo y las malas a todas partes...y son cada vez peores'

"Las buenas van al cielo, las malas a todas partes", es un eslogan del 68. La fotógrafa Grazia Eminente lo leyó en un felpudo de la época y, desde entonces, dice, es su frase favorita con otras de la cosecha de Mae West. Ute Ehrhardt, psicóloga alemana especializada en autoestima, tomó el eslogan, lo aclaró un poco ("las chicas buenas van al cielo y las malas a todas partes") y publicó un peculiar libro de autoayuda que arrolló el mercado europeo.. Desde 1994, en que apareció, ha vendido un millón de ejemplares sólo en Alemania -ha sido traducido a 15 idiomas- y se mantiene en la lisia de best sellers de Der SpiegeL En el 96, Ute Ehrhardt publicó un segundo libro, que añade al mismo título una afirmación casi gloriosa: "... y son cada vez peores", y que en menos de un año lleva medio millón de copias vendidas. Éste es el que acaba de publicar Grijalbo en España, y del que la editorial afirma haber agotado, en menos de un mes, la primera edición.La tesis de Ute Ehrhardt (Kassel, Alemania, 1956) es que cada uno de nosotros varones y mujeres, tenemos que vivir nuestra propia vida, que tenemos mucha responsabilidad en nuestros propios resultados, y que ya está bien de dimisiones. Que las mujeres que toman sus propias decisiones y las imponen, las que pelean por su vida, compiten y se convierten en negociantes duras, de las que no ceden, suelen ser calificadas como malas o malísimas. Que ya está bien de ser buenas, que eso no lleva más que al cielo. En el libro, escrito con la fórmula de un género masivo en los Estados Unidos, consigue darle la vuelta, y lo que allá es soterrado conformismo y difusa espiritualidad, es aquí autoafirmación nada moralista, nada culpable. Ser mala, sería la síntesis, es hacer sin complejos lo que a una le da la gana. Con una mirada posmoderna y posfeminista, cargada de esceptícismo y hasta de humor, se sale de la línea New Age que conduce a las norteamericanas, y da un empujón a la voluntad, a la inteligencia, al espíritu de lucha que toda mujer, en las postrimerías del siglo de su liberación y a las puertas del que sin duda será su siglo, tiene dentro.

"Las niñas buenas se casarán, las niñas malas, tarán tarán tarán" sigue cantando la Tuna. El coleccionista Rafael Lledó añade a la lista folclórica de la "maldad" femenina la siguiente perla: "Las buenas tienen una, las malas las que quieran". Mae West decía de sí misma: "Cuando soy buena, soy buenísima. Cuando soy mala, soy mucho mejor". Era la misma que saludó a aquel caballero diciéndole: "¿Lleva pistola, o se alegra de verme?"... Y es que las malas eran las vampiresas, las come hombres, las mujeres fatales, con el destino diabólico en la mirada y la provocación física, mental y económica. Era la maldad de la carne, enemiga del alma. Aquí se reivindica otra maldad, aunque también ésta: el derecho al poder merecido, al respeto merecido, al lugar merecido. Y hasta a la pereza merecida. Es un camino de perfección... en la maldad.

¿Qué es una mujer mala? Robin Norwood, la autora paradigma de la autoayuda americana con su libro Las mujeres que aman demasiado (Javier Vergara), hacía su campaña contra la adicción al amor. Su propuesta salvadora pasaba por un egoísmo confiado en una Fuerza Superior, ese dios laico que inspiró el programa de 12 pasos de Alcohólicos Anónimos, válido para cualquier adicción, incluida la de la dedicación amorosa. Después de culpar a las que aman demasiado de la desgracia de su alrededor, exigía el gustarse a sí misma, el abandonar "a los demás" para que fueran más felices. La alemana Ute Ehrhardt no tiene el aspecto exuberante de la norteamericana, es más joven y parece una chica normal. Y debe tener antecedentes calvinistas pasados por el escepticismo del siglo, así que pasa de culpas: sencillamente, reclama el derecho de las mujeres a ser ellas mismas y a disponer de su vida.

Con la elegancia de la vieja Europa, concede al amor, a la entrega y a la generosidad un papel que en Norwood no existía. Pero marca sin piedad la frontera entre la generosidad a lo Simone de Beauvoir y la concesión a regañadientes y para la galería. Hay que ser malas, señoras, dice. La primera frase del libro es demoledora: "No paso sobre cadáveres, pero sí entre los cuerpos de los heridos leves". Viene de una de sus alumnas y, al parecer, ya son legión.

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