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Zhang Yimou triunfa en su debú operístico con una 'Turandot' auténticamente china

Zubin Mehta dirigió con espectacularidad la gran producción del Mayo Florentino

, Hoy que ningún director de escena occidental se toma en serio las chinoiseries y otros caprichos orientalistas de nuestros abuelos, Zhang Yimou, el cineasta de La linterna roja, ha desempolvado toda la panoplia teatral y decorativa de sus antepasados para producir una Turandot recortada en alguna esquina de la Ciudad Prohibida. El resultado es espectacular por su color. El público del Mayo Florentino, habituado a los continuos montajes de la ópera póstuma de Giacomo Puccini, premió con un clamoroso bravo este debú de Yimou en el mundo de la dirección de ópera.

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Hacia la Ciudad Prohibida

El trabajo del cineasta chino no es intencionadamente novedoso. La Turandot que estrenó el pasado jueves en el Teatro Comunale de Florencia está libre de señales interpretativas fuertes, susceptibles de encauzar el drama como una representación del sometimiento, de la histeria o de cualquier otro aspecto implícito en esta historia del sufrido pueblo de Pekín y su terrible princesa. Zhang Yimou deja que el espectador interprete y realiza una puesta en escena ilustrativa y tradicional, buscando salidas para que la credibilidad del insólito drama individual no se disuelva en la fácil espectacularidad a que puede conducir esta ópera.'Varietés' de Shangai

La ilovedad está en el bagaje cultural con que aborda la tarea, en las coloridas sedas, los peinados abigarrados, sombreros inverosímiles, palanquines de fábula y otros artilugios escénicos, como los muchos metros de patchwork que caen del cielo antes de que el emperador aparezca o el vaivén de dazibaos que ponen fondo a las lamentelas agridulces de Ping, Pang y Pong sobre unos males imperiales que, al parecer, todavía perduran. Y novedoso es, sobre todo, el empleo de la luz y de las combinaciones cromáticas para actualizar la tradición con toques y elementos de orientalismo genuino. La Turandot de Zhang Yimou impresiona precisamente por esa originalidad estética.

Luego, tiene cosas más y menos acertadas. Hay momentos de auténtico barullo; un firmamento de aban:.cos cubre con eficacia los pasajes más intimistas, pero la escena de la muerte de Liú se resuelve de manera confusa, entre un exceso de movimientos y de maquinaria. Yimóu ha puesto también buenas dosis de varietés made in Shangai, que incluyen un pequeño ballet de bellas señoritas chinas, para hacer honor, a ese indudable aspecto de comedia musical que: tiene esta última ópera de Puccini. Otras producciones occidentales han utilizado fórmulas de music hall para cubrir la misma faceta.

De todo ello, queda especialmente grabada en la memoria la espectacularidad del segundo acto y del final de la obra, cuando sobre un decorado sencillo de tribunas y pasarelas confluyen los personajes y formas estéticas de la ópera occidental y de la ópera china.

También destaca por su espectacularidad la dirección musical de Zubin Mehta, que casi no se enfrentaba con Turandot desde que, a comienzos de su carrera como director de orquesta, provocó un histórico enfado de la soprano Birgit Nilsson porque le dio mal una entrada.

La masa de sonido compacto y rotundo que el célebre director indio logró obtener el jueves del magnífico conjunto instrumental del Mayo Florentino fue una primera carta de triunfo. Igualmente brillante y contundente resultó el coro, más preciso aún que la orquesta. Todo ello sentó las bases para una Turandot de época. Pero en la parte vocal hubo alguna deficiencia.

Crueldad

La cantante Sharon Sweet es una norteamericana con una voz extraordinariamente blanda y cálida para las sopranos de su tesitura. Su creación del personaje Turandot resulta muy bella desde el punto de vista vocal, aunque una parte del público consideró que la cantante no logró traducir con fidelidad toda la crueldad que contiene el personaje.

Debido a esa circunstancia; la cantante más aplaudida de la noche fue la chilena Cristina Gallardo Domas, que añadió una Liú musical y bien timbrada a su fulminante carrera operística.

Carlo Colo mbara fue un Timur suficiente. El punto flojo del reparto no es de poca monta, ya que se trata del tenor Lando Bartolini, que sustituyó al veterano Giuseppe Giacomini a última hora. Bartolini no tiene dificultades para dar todas las notas del personaje de Calaf. Pero su emisión es frecuentemente destemplada.

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