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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un éxito de todos

LA INFLACIÓN de abril pasará a la historia de la estadística española moderna como la primera vez que los precios se situaron con holgura por debajo del 2%. El espectacular descenso de la tasa interanual hasta el 1,7% y la caída de la inflación subyacente (sin alimentos frescos ni energía) hasta el 1,9% son registros impronosticables, que parecían casi imposibles hace apenas medio año. Felizmente, confirman una tendencia convergente en los precios, cuyos efectos beneficiosos sobre el conjunto de la economía no se pueden minimizar. La estabilidad, más allá de las exigencias coyunturales del Tratado de Maastricht, es una condición necesaria no sólo para garantizar la competitividad de la economía en un entorno cada vez más globalizado, sino para avanzar en la expansión del bienestar.Este descenso permanente y acelerado de la inflación, ni es exclusivo de la economía española ni se puede atribuir sólo a decisiones de política económica. Toda Europa, en consonancia con los perfiles cíclicos de las economías nacionales, registra variaciones mínimas de precios. La elevada sincronía entre sus ritmos de crecimiento y la orientación restrictiva común de sus políticas presupuestarias contribuye además a frenar los precios de bienes y servicios. El mérito de las autoridades económicas españolas ha estado en no desmarcarse de esta tendencia general y en hacerla propia de forma coherente.

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Las empresas españolas han asumido, por su parte, el elevado arado de integración y las exigencias que impone el mercado único europeo, adecuando sus políticas de precios. Los trabajadores vienen dando al mismo tiempo muestras claras de moderación en sus demandas de revisión salarial. Así, pues, la victoria sobre la inflación debe atribuirse al esfuerzo de toda la sociedad española y a su voluntad may oritaria de apostar por una cultura de inflación baja.

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Hay otro elemento a añadir, más discutible: la tendencia a la baja de los precios se explica también por la incertidumbre que se ha instalado -al parecer, con ánimo de perdurar- en las decisiones económicas de las familias. Con un mercado de trabajo más flexible y la inseguridad latente sobre el futuro de las pensiones, las familias mantienen tasas elevadas de ahorro, a pesar de que su remuneración no mejore. Sería deseable que la caída de los precios fuese acompañada por una tasa más elevada de crecimiento y del empleo, lo que redondearía, el círculo virtuoso de la coyuntura española.

Con un panorama idílico en inflación, las presiones sobre el Banco de España para que baje de nuevo los tipos de interés se multiplican casi con naturalidad. En principio, toda reducción del precio del dinero es saludable y la autoridad monetaria opera con el criterio de mantener siempre el coste más bajo que permiten la inflación y el tipo de cambio. Pero al mismo tiempo debe considerar -y ésta es la función de dicha autoridad y el origen de su autonomía- los riesgos asociados a la creciente euforia en nuestro estrecho mercado bursátil y, desde luego, a los potenciales problemas cambiarios. Hay que insistir, pues, en la prudencia.

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