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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Clinton baja al Sur

EL PRESIDENTE de Estados Unidos,. Bill Clinton, visita por primera vez Centroamérica desde su llegada a la Casa Blanca, hace más de cuatro años. Desde entonces, muchos problemas persisten y otros se han agravado. Y son problemas que inevitablemente Estados Unidos comparte de un modo u otro con sus vecinos del Sur. Cuando Clinton llegó al poder era convicción generalizada que la economía de mercado, con su vitalidad y frente a la defunción de ideologías alternativas, sería capaz de resolver o paliar al menos los inmensos problemas endémicos de la región, que son, ante todo, la pobreza, el desempleo, las diferencias y la injusticia sociales, pero también la contaminación, el tráfico de drogas y el consiguiente poder del narcotráfico y otros tantos.Sin embargo, aquellas expectativas optimistas se han debilitado. El crecimiento se ha dado, pero no ha solventado los problemas. Han aumentado las diferencias sociales y es un hecho que hoy en Latinoamérica hay más, pobres que nunca.

En este sentido, la visita de Clinton a México y a Centroamérica, con un encuentro en Barbados con los líderes de la región, responde, ante todo, al propósito de analizar las estrategias económicas tras la frustración, más que el fracaso, generado por la política neoliberal. Sin política -es decir, dejando todas las responsabilidades en manos del economicismo- no hay solución para los gravísimos problemas de la región, que no pueden ser ignorados por los organismos financieros ni por el poder máximo en ellos: EE UU y, más concretamente, su presidente, Clinton.

Seguir actuando como si las reglas libres y ciegas del mercado y las finanzas fueran a solucionar los problemas latinoamericanos es no sólo ignorar los hechos, sino dar argumentos a sectores de las sociedades latinoamericanas que vuelven a dar la espalda a la propia democracia ante las injusticias que ésta no logra remediar.

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En esta constelación tiene capital importancia el narcotráfico, porque afecta tanto a Estados Unidos como a las sociedades latinoamericanas. Y Clinton sabe que no puede seguir centrando su política para combatir esta lacra en la arrogante actitud de otorgar unilateralmente cláusulas de favor comercial según criterio o capricho del Departamento de Estado. Suponen un agravio a unos Estados soberanos y sólo alimentan una hostilidad contra Estados Unidos que fácilmente es capitalizada por corrientes antidemocráticas.

Clinton debe, por tanto, llevar el mensaje de que ha entendido que los problemas del subdesarrollo, del narcotráfico, de la pobreza intensa y del resurgir de focos antidemocráticos e insurreccionales deben tener una solución global. En esta línea es bienvenido su llamamiento de ayer para ampliar más allá de México, al conjunto, de América Latina, la zona de libre comercio ya creada en Norteamérica. Él acuerdo está dando frutos para todos sus actuales socios: México, EE UU y Canadá.

Pero fomentar el libre cambio no bastará. Es preciso crear instrumentos -o mejorar los existentes- para corregir el mercado o ayudarle en su caso. Estados Unidos no debería seguir despreciando como hasta ahora instituciones que pueden resultar útiles si se aprovechan bien, como el Banco Interamericano de Desarrollo. A la sociedad estadounidense le angustian la inmigración desde el Sur y el narcotráfico. A sus vecinos del Sur, también, y con más motivo. Clinton puede buscar cooperación para luchar contra estos síntomas, pero debe hacer frente a la terrible enfermedad: la pobreza y el subdesarrollo. Conjuntamente con los afectados. Si Clinton lo ha entendido sería un buen balance de este su primer viaje a América Latina.

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