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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Respuesta civil

EL ENFRENTAMIENTO en Turquía entre el Gobierno de mayoría islamista y el ejército, máximo guardián de los principios del laicismo constitucional, ha desembocado en conflicto abierto. Se multiplican los indicios de que el Gobierno del islamista Erbalcan tiene los días contados. El Consejo Nacional de Seguridad (CNS), órgano mixto de los poderes civil y militar y foro en el que el poderoso ejército turco ejerce su papel de guardián de las esencias de la república creada por Kernal Atatürk, ha presentado una serie de resoluciones que equivalen a un ultimátum a Erbalcan.El CNS ha dictado el cumplimiento de 19 medidas, cuyo objetivo declarado es frenar el avance del islamismo político que -en opinión del ejército pero también de una gran parte de la población turca- pone en peligro la democracia y la sociedad laica. La principal medida consiste en la prolongación de la enseñanza básica obligatoria de cinco a ocho años: se quiere impedir que niños de muy corta edad entren directamente en escuelas religiosas que indoctrinan en el islamismo extremo a las nuevas generaciones, en especial en los suburbios.

El ejército no puede ser nunca la máxima instancia de poder en una democracia. Ni siquiera en un país que vive en una frontera política y cultural entre Europa y Oriente Próximo y que, desde que instauró un sistema multipartidista en 1950, ha tenido una dolorosa tradición de golpes militares. Que el ejército no haya reaccionado aún con otro pronunciamiento ante la llegada al poder del islamista Partido del Bienestar se debe sin duda a la nueva coyuntura internacional tras la guerra fría, pero también a los cambios de la propia sociedad turca. No obstante, la República Islámica de Irán está muy cerca y demasiado presente para Ankara como para que allí no se tome en serio la agitación de un islamismo político que pone en peligro el sistema democrático y la orientación exterior de Turquía.

La responsabilidad máxima en estos momentos no debe recaer en el ejército, que en un país miembro de la OTAN y que aspira a integrarse en Europa debe subordinarse incondicionalmente al poder civil. Por si cupiera duda, la experiencia de lo ocurrido con el golpe en Argelia para frenar el avance electoral del islamismo puede servir para apartar toda tentación.

Por ello, son los partidos democráticos -que juntos aglutinan al 79% del electorado turco- los que deben hacer frente al fanatismo religioso. Erbakan gobierna con tan sólo el 21% de los votos gracias a la colaboración del Partido de la Recta Vía, de la ministra de Asuntos Exteriores Tansu Çiller. Y son muchos los indicios de que ÇiIler presta su apoyo a Erbakan a cambio de la impunidad para ella misma y su entorno, amenazados por numerosos casos de corrupción.

El líder socialdemócrata Bulent Ecevit, el conservador Partido de la Madre Patria de Melut Yilmaz y el Partido Nacional Republicano han iniciado contactos para buscar una mayoría estable que evite un conflicto irreversible entre el actual Ejecutivo y el ejército. Y en el partido de Tansu Çiller crece la tendencia a abandonar la actual coalición. Las reformas y la regeneración del aparato del Estado y de la clase política son imprescindibles para frenar la expansión del islamismo político. Y esto requiere la movilización de la sociedad civil. Si se produce, Turquía seguirá desarrollándose hacia una democracia plena y un Estado de derecho en el que los militares no demanden su intervención.

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