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Mobutu y Kabila se reúnen mañana en un buque surafricano

Ramón Lobo

La discusión menor ha terminado. El presidente de Zaire, Mobutu Sese Seko, se verá mañana cara a cara con el líder rebelde, Laurent Kabila, para buscar un final negociado a la guerra que vive el país desde hace seis meses. Será a bordo del portahelicópteros surafricano Utanika, que se situará frente a las costas de Gabón.

El enviado especial de Clinton, el embajador de EE UU ante la ONU, Bill Richardson, que es quien ha logrado el acuerdo, dijo que esta reunión es una iniciativa africana -estarán presentes los presidentes de Suráfrica, Nelson Mandela, y de Gabón, Omar Bongo- y que se celebrará bajo los auspicios de la ONU.Esto significa que la agenda inicial de trabajo es el plan de paz elaborado por el mediador de Naciones Unidas, Mohamed Salmoun, -que también acudirá al Utanika-: un Gobierno de transición y la celebración de elecciones justas y democráticas. Richardson aseguró que no hay condiciones previas, es decir que ni Kabila exige de antemano la marcha de Mobutu, ni éste la existencia de un alto el fuego en todo el país. Aunque el enviado especial de Clinton había manifestado el martes su deseo de que la actividad militar se detuviese antes y durante estas conversaciones, Kabila no ha aceptado. La ameneza militar es su principal baza negociadora. Sus tropas seguirán avanzando hacia Kinshasa hasta que un acuerdo satisfactorio permita un cese de las hostilidades.

La reunión de ayer, que duró una hora y media, estuvo rodeada de una gran expectación y misterio. Los deslavazados soldados de la seguridad del campo Coronel Tshatshi, sede privilegiada de la presidencia, vieron asombrados pasar al primer ministro, general Lilculia Blongo, a altos cargos del Gobierno y a varios generales zaireños. También fue llamado a la reunión de Mobutu y Richardson el embajador francés, quien declinó hacer declaraciones. "Este es un asunto que llevan en exclusiva los norteamericanos", aseguró.

Mobutu, que en la noche del martes afirmó rotundo que un barco de bandera surafricana era inaceptable, cedió ayer a la presión de EE UU. El portavoz de Kabila, Raphael Ghensa, resumió ayer sus expectativas reales en una sola frase: "Mobutu dijo "sí" al Utanika por la mañana [del martes] y por la noche ya había cambiado de opinión; ¡cómo podemos fiarnos de una persona así!". Pese a este acuerdo inicial de Mobutu y Kabila para asistir a una cumbre cara a cara, tras casi 10 días de peleas estériles sobre la sede, no hay garantía de que se pueda lograr un compromiso que evite la conquista militar de Kinshasa.

El líder rebelde insiste en que sólo la dimisión de Mobutu puede impedir que sus hombres asalten la capital. Ayer, las calles de Kinshasa eran presa de un enorme nerviosismo. En el mercado central ya ha desaparecido la mandioca, un alimento básico, que hasta hace 24 horas procedía de la provincia de Kikwit, ya en manos de Kabila. "Como esto siga así, vamos a morir de hambre", decía ayer un joven que descartaba harina francesa procedente del puerto de Matadi. Mobutu, insensible a esta realidad, se niega a dejar el poder y exiliarse.

EE UU, que ha saltado a la negociación en el último segundo, no parece tener tampoco las ideas muy claras. Hace tres semanas, el portavoz de la Casa Blanca exigió en público la salida de Mobutu. El martes, Richardson aceptaba una transición con el dictador instalado en el poder. En realidad, EE UU sólo tiene una carta para presionar a Kabila: la crisis de los refugiados. El jefe rebelde sabe que las imágenes de los hutus desnutridos y abanadonados en la selva son su peor enemigo, pues erosionan su hasta ahora buena imagen exterior. Ayer, antes de verse en Kinshasa por segunda vez en 24 horas con Mobutu, el enviado especial de Clinton visitó a estos refugiados al sur de Kisangani, cuya situación calificó de "gran tragedia humanitaria que la comunidad intemacional no debe permitir".

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