'La hija del regimiento' gana kilos

Desde que la protagonizó Alfredo Klaus en La Zarzuela, en 1985, La hija del regimiento no nos visitaba. Ahora, para celebrar el bicentenario de su autor, el mismo teatro la ofrece de nuevo en producción de Emilio Sagi y con la llamativa novedad de una escenografía original del pintor colombiano Fernando Botero. Desde el punto de vista musical, esta ópera cómica en francés no es de lo mejor de Donizetti, pero su carácter posibilita un aire de farsa alegre, viva y superficial, bien aprovechado por Botero en la escena y los trajes y por Sagi en el ritmo animado de la acción.Tratándose de Botero no podían faltar las formas obesas, excesivas en la gran escultura del primer acto dadas las dimensiones del escenario. Todos los personajes se convierten, por obra y gracia del pintor, en gordinflones y todas las formas practican la línea curva. No está mal tomarse estos mensajes operísticos antañones y simplistas con una dosis de ironía y acaso eso ha querido hacer el dúo Botero-Sagi. Lo han logrado sin dañar el discurrir melódico de la partitura, tan pobre en lo orquestal, encarnada en el papel protagonista por Ángeles Blancas, de tan bella voz, depurado estilo y talante teatral. El tenor americano Rockwell Blake dominó el estilo ligero y alcanzó con facilidad los agudos, aunque su timbre vocal no sea demasiado bello. La mezzo Viorica Cortez (Rumania, 1935) demostró su saber y su experiencia y el barítono Michel Trempont completó el cuarteto con expresividad incisiva. El maestro milanés Stefano Ranzani mantuvo en la dirección musical la coherencia del conjunto. Hubo aplausos para todos, especialmente para Blancas y Botero: la primera hizo muy bien "lo de siempre"; el segundo se las ingenió para que "lo de siempre fuera distinto".