Una oreja regalada
Si al terminar la novillada hubiéramos preguntado a cualquiera de los espectadores que habían jaleado la faena de López Chaves a su primer novillo y habían solicitado la oreja con estruendoso griterío, qué hazañas había realizado el novillero para merecer tan exagerado entusiasmo, nos habría mirado con la boca abierta y se habría encogido de hombros al tiempo que nos habría dirigido una mirada de perplejidad.No sabemos qué opinión tendría el presidente Lamarca y su contiguo asesor acerca de la faena del debutante salmantino. Lo que allí pudieron ver todos los que no estuvieran intoxicados por la simpatía o el paisanaje fue una larga sesión de pases con ambas manos, absolutamente faltos de mando y con escaso temple. El novillo iba y venía a su aire y el novillero le refrescaba la embestida con tirones de muleta, que eran coreados con un clamor de olés y hasta con gritos de "torero, torero, torero". O en la plaza estaba la mitad más uno de los aficionados de Salamanca o la lluvia, que en aquellos momentos caía con fuerza, les puso a todos húmedas persianitas en las pupilas.
Palomo / Peña, Iniesta, Chávez
Novillos de Palomo Linares, de presencia desigual, mansos, muy flojos. 3º manejable. 4º inválido.Alberto de la Peña, nuevo en esta plaza: pinchazo y media estocada (silencio); bajonazo (silencio). José Antonio Iniesta: cuatro pinchazos, media tendida y descabello (silencio); pinchazo, media estocada -aviso- y descabello (aplausos y protestas al saludar). López Chávez, nuevo en esta plaza: pinchazo y estocada (oreja); media desprendida, descabello, estocada y dos descabellos (ovación). Plaza de las Ventas, 20 de abril. Un tercio de entrada.
El sexto, novillo, que manseó en varas como todos los del encierro, llegó poco castigado a la muleta. Era el único problema que el novillero ya triunfador tenía que resolver y no supo, hacerlo. Volvió a echar mano de los trapazos y, naturalmente, el utrero se quedó entero y sin dominar. Sus incondicionales se vengaron dedicando al astado una desorbitada pita y agasajaron a su torero favorito con una ovación. Una vez dijo un sabio que más vale caer en gracia que ser gracioso. Qué razón tenía el tío.
José Antonio Iniesta, que tan excelente impresión había, causado el domingo anterior, hacía una segunda salida al coso venteño. Y, lo que son las injusticias, su labor en el quinto, que fue la más meritoria de la tarde, no mereció ni olés, ni gritos ni ná. Allí nadie se enteró de la misa la media. Pero Iniesta había estado muy valiente, quedándose quieto con un bicho parado, que medía la embestida y que había que tirar de él. Todo eso lo hizo el de Albacete y que si quieres arroz. Antes le había correspondido un novillo muy flojo, manso, trotón, huido, que terminó gazapón y con peligro. Iniesta intentó torearlo y terminó por quitarle las moscas.
Hacía tambien su debú el novillero de Utrera Alberto de la Peña. Le tocaron los peores novillos. El primero entraba rebrincado, topaba más que embestía y tenía muy poca fuerza. Menos fuerza tenía el cuarto, un inválido que se defendía. El debutante intentó la rutinaria faena de derechazos y naturales en ambos enemigos. Las palmas con que fueron acogidas también eran de rutina.
Todo esto ocurría frente a los novillos del hoy flamante ganadero Sebastián Palomo Linares. Novillos que, en otras ocasiones, le salieron encastados y propicios para el triunfo. En este festejo los palomos han resultado, más bien, pichones.
Babelia
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