"¡Victorino, vuelve!"
El triunfador fue Victorino.El ganadero Victorino Martín fue el triunfador de la corrida, no por presencia -pues no lidió- sino por esencia y potencia. "¡Vuelve, Victorino!", imploraban desde el tendido cada vez que los toros que sí lidiaron se pegaban un batacazo o perpetraban una grosera borregada.
Los toros, hierro Joaquín Núñez, estaban lisiados y eran de una ordinariez supina.
Los toreros, se salva Rivera Ordóñez, no mejoraron la situación. Ciertos apuntes de Curro Romero en un quite a la verónica -es el único que toma las embestidas de largo, carga la suerte, reúne el lance- no hicieron toreo. Los derechazos de Enrique Ponce por Internet, menos aún.
Enrique Ponce se puso a pegar derechazos muchos y naturales pocos al segundo sin ligar ninguno y como si se operaba: no le hicieron ni caso. Se metía en los costillares del quinto en un remedo de temerario ceñimiento, y lo rechazó la afición gritando "¡fuera!". A otro can con ese hueso, quería decir.
Núñez / Romero, Ponce, Rivera
Toros de Joaquín Núñez (4º, sobrero, en sustitución de uno devuelto por inválido), de discreta presencia -3º, impresentable-, sospechosos de pitones, inválidos y descastados.Curro Romero: estocada pescuecera y rueda de peones (silencio); media baja (silencio). Enrique Ponce: pinchazo hondo trasero, rueda de peones y descabello (silencio); estocada baja (silencio). Rivera Ordóñez: estocada caída perdiendo la muleta (escasa petición, ovación y salida al tercio); pinchazo y estocada caída (silencio). Plaza de la Maestranza, 12 de abril. 7ª corrida de feria. Lleno.
Curro apenas pudo dar una tanda de derechazos al primer toro, que padecía invalidez severa. El quinto se desplomaba con sólo mirarlo, y se puso a porfiarle muletazos. Lo que faltaba: Curro convertido en un voluntarioso pegapases. Sacrilegio semejante no lo vuelva a permitir Dios.
Rivera Ordóñez ensayó derechazos al morucho que hizo tercero y resolvió empalmarle muletazos por alto dándole la querencia a las tablas que pedía. No resultó muy airoso, la verdad. Con el sexto se fajó y de poco le cuesta un disgusto. El sexto exhibió un descastamiento de mala uva y a punto estuvo de pegarle la cornada. Se la pegó a la taleguilla, que tampoco es ninguna tontería. Rajada de abajo arriba, no valía ni para el tinte, según observó un atento espectador. Los gañafones no arredraban a Rivera Ordóñez, que porfió derechazos y naturales, demostrando su valentía y su vergüenza torera. Qué menos.
Qué menos , ya que los tres de' la terna y cuantos van por la vida de figuras se pelean por torear la tonta del bote. Sin ir más lejos, lo de Joaquín Núñez en la presente ocasión. Es una muestra, porque de semejante laya hay un par de docenas de ganaderías, que mejor estarían en el matadero, los campos sembrados de arroz. Y, sin embargo, como en el mundillo taurino prima sobre la calidad la influencia, y las figuritas no se atreven a torear género de mayor fuste, venden entera la morralla de sus cercados a precio de oro.
Estos ganaderos hasta son capaces de confederarse, montar huelga, sumir la Fiesta en la peor crisis de su historia, invertir en campañas de imagen, contratar lobbys, agenciarse cantamañanas, pretender de la Administración que contravenga los mandatos de las Cámaras y la legislación vigente, y todo para tapar la ruindad de sus intolerables moruchadas.
Cualquier cosa, menos criar el toro con su casta y en su salsa.
El toro, si saliera, pondría en alza a los auténticos ganaderos de bravo; y a muchos de quienes dominan el escalafón, firmes y en fila de a uno. Toros al estilo de los victorinos del día anterior, que dieron gran espectáculo, emoción a la lidia, mérito a los toreros; y si alguno no se atrevió, ese quedó con el culo al aire. Los aficionados sevillanos, que saben lo que se pesca, lo tenían presente. Y esta vez no se callaron. Que una cosa son los tradicionales silencios de la Maestranza y otra bien distinta dejarse tomar el pelo.
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