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Entrevista:

"Con la enseñanza publica no se juega", afirma Fernando Savater

El filósofo publica 'El valor de educar'

José Andrés Rojo

"Concebir la educación como una de las vías de transformación social es una de las reivindicaciones características de la izquierda, del progresismo, de la Ilustración, frente a esa idea estetizante de la cultura, que suele ser más bien propia de la derecha", explica Fernando Savater, que acaba de publicar El valor de educar (Ariel). El filósofo, que desarrolla en su libro algunas de las cuestiones esenciales relacionadas con la ardua tarea de la enseñanza, no tarda en advertir: "Sin embargo, la educación es cara, no reporta rendimientos inmediatos y se trata, más bien, de una inversión a largo plazo. De ahí que siempre esté presente la amenaza de los políticos de reducir gastos en este campo. Por eso hay algo que debe quedar claro desde el principio: con la enseñanza pública no se puede jugar".

Una tarea inacabable

Savater parte de la idea de que hombres y mujeres llegan a este mundo sin terminar de hacerse. Como proyecto. "De los humanos lo más que parece prudente decir es que nacemos para la humanidad", escribe en El valor de educar. Existe, por tanto, un punto de partida, pero la empresa de fabricarse como seres humanos es un artificio. Y en ese artificio, la educación es la protagonista indiscutible. De ahí que, también filosóficamente, la aventura de la educación sea una de las cuestiones esenciales: "Enfrentarse a sus desafíos es pensar sobre nuestra cultura, sobre el ser humano que queremos", comenta Savater. Por eso, tal vez, el filósofo se ha metido en estos berenjenales: con el espíritu combativo que ha heredado de la Ilustración, y con ese afán, tan habitual en su obra, de hurgar en los problemas inmediatos para formular los interrogantes más urgentes y necesarios. "Si me pongo a escribir sobre algo es porque quiero intervenir", afirma. "Quien no quiera mojarse debe abandonar la natación", escribe en su ensayo.Aprender a lidiar con las complicaciones de la libertad. Quizá sea ésa la perspectiva que define el libro de Savater. "La educación es algo que no puede acabar de resolverse nunca", explica. "Está íntimamente ligada a las transformaciones sociales, y éstas no se detienen por decreto. La idea de conquistar una especie de fundamento, de suelo fijo, de roca inamovible a partir de la cual levantar el edificio de la escuela, es algo inviable".

Por eso el libro en ningún momento plantea modelos ni fabrica recetas. Escribe Savater respecto a quienes son educados: "Hay que entregarles la completa perplejidad del mundo , nuestra propia perplejidad, la dimensión contradictoria de nuestras frustraciones y nuestras esperanzas". De ahí que no tengan sentido ni la rigidez ni las servidumbres ideológicas.

Savater apunta en la conversación: "Vivimos en una sociedad que debe defender unos valores que, sin embargo, están al mismo tiempo cambiando en función de los nuevos problemas que surgen día tras día. Ahí están, sin ir muy lejos, cuestiones como la biogenética o la emigración, que exigen respuestas inmediatas. Lo que hay que defender es una educación que potencie la capacidad de reflexionar, de dialogar, de discutir, de pensar con independencia. De lo que se trata es de formar individuos autónomos que sepan argumentar sus decisiones y sus ideas".

El valor de educar se abre con una 'Carta a la maestra' a guisa de prólogo. Una reflexión sobre el aprendizaje humano, un análisis de los contenidos de una enseñanza que promueva la autoestima de los individuos, una incursión en lo que Savater llama el eclipse de la familia -un fenómeno en el que la irrupción de la televisión en el corazón de los hogares desempeña un papel decisivo-, la reivindicación de la disciplina para conquistar la libertad, la polémica cuestión de las humanidades en la enseñanza dentro de una sociedad rendida a la fascinación científico-tecnológica y el capítulo 'Educar es universalizar' son los territorios que explora Savater en este libro, que incluye una 'Carta a la ministra' como epílogo.

El peligro de la ignorancia

La ironía es la pólvora con la que Savater carga su discurso, que se desarrolla con la firme voluntad de no perder nunca de vista las problemas de la época. "Hoy el gran peligro es el de la ignorancia", explica. "Galbraith ha escrito que el gran temor de las democracias occidentales es el de sucumbir a la influencia de los ignorantes, y comparto sus palabras. Cuando digo ignorancia estoy pensando, por ejemplo, en este tipo de debates televisivos en los que nadie razona y donde lo único que cuenta es la habilidad de los contertulios para decir la mayor de las extravagancias o majaderías".Es imprescindible, por tanto, que todos puedan acceder a la educación. Y es que el aprendizaje de la libertad es un requisito sin el cual la democracia estaría amenazada. El filósofo lo cuenta en su libro de esta manera: "El propio sistema democrático no es algo natural y espontáneo en los humanos, sino algo conquistado a lo largo de muchos esfuerzos revolucionarios en el terreno intelectual y en el terreno político: por tanto no puede darse por supuesto sino que ha de ser enseñado con la mayor persuasión didáctica compatible con el espíritu de autonomía crítica".

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Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.

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