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Kohl prefiere la dieta a la crisis

El canciller se va de vacaciones sin resolver sus problemas en Alemania

El canciller federal alemán, el democristiano Helmut Kohl (CDU), que el próximo 3 de abril cumplirá 67 años, reposa y ayuna en su lugar de retiro habitual por estas fechas pascuales, en el pueblo austriaco de Bad Hofgastein, al sur de Salzburgo, mientras en casa se acumulan los problemas pendientes de solución y sus seguidores esperan con ansiedad la confirmación definitiva de que no arroja la toalla y se presentará a las elecciones en 1998. En un pasado no muy lejano, la Cancillería federal alemana acostumbraba a facilitar el resultado de la lucha anual de Kohl contra la báscula. En los últimos años ya no se comunica este dato. El peso del canciller se ha convertido en uno de los secretos mejor guardados en Bonn, donde estimaciones fiables lo sitúan en tomo a los 135 kilos, que trata cada año de rebajar en tarea digna de Sísifo. Casi tan difícil como la de poner de nuevo en marcha la locomotora de la economía europea, que renquea y amenaza incluso con no alcanzar la unión monetaria europea.

Al mismo tiempo que se cala la locomotora, con bajas tasas de crecimiento, enormes subidas del paro y aumento peligroso del déficit y la deuda pública, empieza a ponerse en tela de juicio lo que en Alemania se conoce como sistema Kohl de gobierno, que tan buenos resultados dio en el pasado. El sistema Kohl va más allá de la persona del canciller. No se trata de su temperatura demoscópica, que ya en varias ocasiones en el pasado registró mínimos peligrosos, después superados.

El sistema Kohl es toda una filosofía para afrontar dificultades, una mecánica de gestión, consistente en sentarse a esperar que los problemas se resuelvan por sí mismos, una especie de "nunca llovió que no abocanara". Este método, que tan buenos resultados dio en el pasado, hace agua por todas partes. A Alemania le han caído encima los problemas embalsados durante mucho tiempo. Se encuentran pendientes nada menos que la reforma fiscal, la del sistema de jubilación y de la asistencia sanitaria. A esto se añade la crisis, que afecta a sectores tan sensibles como la minería del carbón, la construcción y, para colmo, la siderurgia, con la inesperada fusión de los dos gigantes del acero del Ruhr y del Rin, Krupp y Thyssen. En las últimas semanas, Alemania ha vivido una ola permanente de manifestaciones, desde ecologistas antinucleares hasta mineros.

Sondeos

El clima de descontento empieza a hacerse palpable en Alemania, y así lo registran los sondeos de opinión. Cada mes, el llamado Polibarómetro, encargado por la segunda cadena pública de televisión (ZDF), toma el pulso demoscópico al país, con encuestas telefónicas durante tres días. Los resultados de este mes al juzgar la situación económica son los peores de las últimas dos décadas. Sólo un 6% considera que la economía alemana marcha bien; el 47% la ve regular, y un 46%, mal. Capta bien el sondeo el pesimismo que se palpa en Alemania. Kohl (CDU) pronunció hace días una de sus frases, con las que de vez en cuando fustiga a sus compatriotas. Al inaugurar la feria internacional del turismo de Berlín, dijo Kohl: "Los alemanes no son sólo simpáticos, también pueden ser de forma muy poco simpática campeones del mundo en quejarse". A la luz del Polibarómetro, los electores no tienen buena opinión de la gestión de Kohl y su Gobierno: el 58% cree que lo hace mal y sólo el 34% opina que lo hace bien. La oposición no sale mejor parada: el 56% cree que lo hace igual que el Gobierno.El dato es importante porque pone de manifiesto la ausencia de alternativas a Kohl, o al menos las escasas esperanzas que el electorado alemán deposita en la actual oposición. Esto le da al canciller un margen de maniobra que, todo parece indicar, está dispuesto a aprovechar al lanzarse de nuevo a la lucha por un nuevo mandato en 1998, en contra de los deseos de su familia y de los que él mismo formuló poco antes de las pasadas elecciones federales de 1994, cuando dijo que aquélla era la última vez.

Ahora, sus seguidores democristianos, tanto la CDU y. tal vez más aún los hermanos bávaros de la CSU, y los aliados liberales (FDP) confían en que Kohl despeje cuanto antes la incógnita en tomo a su candidatura. La coalición espera que el anuncio de que Kohl sigue en liza dé un impulso a los partidos que gobiernan en Bonn, cada vez más de capa caída. Si el domingo se celebrasen elecciones en Alemania, según el sondeo, la actual coalición de Gobierno de centroderecha, entre democristianos (CDU-CSU) y liberales (FDP), no tendría mayoría y sí una rojiverde, de socialdemócratas (SPD) y Los Verdes. Un 39% votaría C.DU-CSU y un 5%, FDP; mientras que el 35% se inclina por el SPI? y el 12% por Los Verdes. Los poscomunistas del Partido del Socialismo Democrático (PDS) siguen con el 4%.

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Estos porcentajes no significan gran cosa cuando falta ano y medio para las elecciones. Kohl es como esos muñecos que. siempre se levantan y quedan de pie, y así lo demostró en el pasado, cuando varias veces llegó a certificarse su muerte demoscópica. No obstante, los problemas pendientes no permiten mas demoras, y en este punto la crisis del sistema Kohl puede tener consecuencias muy negativas si no se consigue poner en marcha las reformas pendientes.

En una entrevista con la revista Stern ha saltado a la paestra esta semana un viejo aliado de Kohl, el conde Otto Lambsdorff, diputado liberal (FDP) que acaba de cumplir. 70 años y que siempre se distinguió por su lengua acerada.

Fue Lambsdorff, entonces ministro federal de Economía, quien en 1982 dio la puntilla a la coalición socioliberal (SPD-FDP) y al socialdemócrata Helmut Schmidt. Ahora, Lambsdorff considera que las cosas han llegado a un punto en Alemania que "no hay quien lo aguante". A la pregunta de si la democracia alemana puede aguantar casi cinco millones de parados, Lambsdorff responde: "Lea usted el papel que en 1982 le escribí al canciller Helmut Schmidt. La última frase decía 'Si esto sigue así, está en peligro el sistema político'. Entonces teníamos 1,8 millones de parados". Añade Lambsdorff que desde hace años se plantea la pregunta de si Kohl no se da cuenta de que "estamos en vías de poner en peligro su segundo objetivo vital, después de la unificación alemana: la UE".

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