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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Precipitación

CUANDO UN ministro de Asuntos Exteriores prudente, como suele serlo Abel Matutes, reacciona con precipitación, no hay que buscar la causa en un grave fallo sólo de la persona, sino también de la información que le ha llegado, reflejo de un descoyuntamiento preocupante del aparato de la diplomacia española. Matutes ha actuado con precipitación e información equivocada al amenazar a Cuba con un boicoteo del turismo español -incluso el de toda la Unión Europea- a la isla si las autoridades de aquel país no ponían en libertad a un turista español supuestamente encarcelado a raíz de un accidente de tráfico. Pero el turista no estaba en la cárcel.El ministro, con un exabrupto aún más magnificado dada su tradicional y a menudo excesiva prudencia, ha convertido en montaña lo que era un grano de arena. Hay que lamentarlo especialmente en un momento en el que, tras el quiebro del Gobierno de Aznar respecto a la política española hacia Cuba, la actuación diplomática se estaba volviendo a encarrilar en el sentido de la sensatez, la misma que debió imbuirle ayer a José María Aznar en Roma un Papa que parece entender cuáles son los intereses en juego en aquella isla, al menos para la Iglesia católica.

Pese a que pudiera albergar sospechas de que el turista español había caído en manos de una justicia corrupta y falta de garantías, el ministro tenía que haber comprobado los hechos antes de hacer públicas sus amenazas. Por su parte, La Habana ha reaccionado con idéntico exceso cuando el Ministerio de Asuntos Exteriores español estaba ya plegando velas. Pero el canciller cubano, Roberto Robaina, ha preferido echar gasolina sobre el fuego y responder a un insulto con otro. Unos y otros parecen muy mal asesorados. Desde luego, el Gobierno español , en este lío, ha ido abriendo puertas a intereses ajenos, representados, entre otros, por un hombre como Mas Canosa, que en absoluto representa a todo el exilio cubano.

Tratándose sólo de las relaciones con Cuba, la cadena de desdichas reviste de por sí gravedad, pues no se defienden así los intereses españoles. Pero al perder capacidad de interlocución con el régimen de Castro -cuya condición dictatorial no se pone en duda-, el Gobierno de España pierde también influencia en el conjunto de América, incluido Estados Unidos. El tema cubano se está convirtiendo en un problema que cíclicamente salta a los medios en términos de confrontación directa.

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Dicho esto, no parecen dignas las acusaciones que han salido de las filas socialistas y que sugieren que la actitud de Matutes ha venido dictada por sus intereses hoteleros en Santo Domingo. Pero que se hayan producido indica que un político que se dedica también a sus negocios siempre corre el peligro de verse sometido a este tipo de crítica, por malintencionada que resulte. En todo caso, Matutes tendrá que dar una explicación convincente de por qué actuó como lo hizo y quién le suministró una información equivocada. Pero antes, que nada debe reconocer su error. De lo contrario podemos estar ante una nueva escalada que desde luego en nada beneficia a España.

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