El 70% de niños con cáncer se cura
Los menores se han beneficiado más que los adultos de los avances en oncología
, José Manuel tiene veintidos años y estudia cuarto año de Ingeniería en Madrid. Nada en este chaval, vital y alegre, sugiere el duro trance que atravesó quince años atrás, cuando le diagnosticaron leucemia linfoblástica aguda, el cáncer más frecuente en los niños. Hoy José Manuel desarrolla una vida completamente normal, quitando las revisiones de rutina cada dos o tres años. Está curado, al igual que tantos jóvenes que le deben su vida a los enormes adelantos en las terapias contra tumores infantiles.Treinta años atrás, la situación era sombría. No había manera de combatir el cáncer, y los esfuerzos de la oncología pediátrica se agotaban en paliar los sufrimientos de niños y adolescentes condenados a una muerte inevitable a los seis meses del diagnóstico. De entonces a hoy el cuadro ha dado un vuelco impresionante: el 70% de los niños se cura; un porcentaje de éxitos que para sí quisiera la oncología dedicada a tratar adultos. "Dentro de la patología tumoral humana, son los niños quienes más se han beneficiado de los progresos terapéuticos", afirma Luis Sierrasesúmaga, director de Pediatría de la Clínica Universitaria de Navarra. "Se ha obtenido en tumores malignos como el nefroblastoma o la enfermedad de Hodgkin, la curación de prácticamente todos los casos".
Tratamientos agresivos
A ello se suma un avance que no sale en las estadísticas, y es el control de los efectos secundarios. Por tratarse de vidas jóvenes, los efectos adversos se sienten de modo especial: la radioterapia, por ejemplo, es susceptible de causar esterilidad en púberes cuyos genitales no han terminado de formarse. Ahora, el afinamiento de las técnicas ha mitigado ese riesgo, y lo mismo puede decirse de las consecuencias mutilantes de la cirugía. Una de las claves del cambio la da el progreso científico: "A finales de los años sesenta, los americanos demuestran que la leucemia aguda, responsable de un tercio de los casos, se puede curar con quimioterapia", explica Arturo Muñoz Villa, presidente de la Asociación Española de Oncología Pediátrica. "El último gran avance en los últimos diez años ha sido la generalización del trasplante de médula ósea", añade.
Paradójicamente, los niños soportan mejor que los mayores la fuerte toxicidad asociada a la terapia oncológica. Esa resistencia se debe a la juventud de los pacientes: al hallarse en una dinámica de intenso crecimiento, sus organismos superan con mayor facilidad los daños causados por los fármacos y la radioterapia. De aquí que los tratamientos del cáncer pediátrico hayan evolucionado hacia una agresividad difícilmente aguantable por los adultos, multiplicando su acción antitumoral.
El otro pilar del éxito lo ha puesto la colaboración de pediatras, psicólogos, cirujanos e inmonólogos, concretada en las Unidades Hospitalarias de Oncología Pediátrica. España cuenta con treinta y cinco unidades para atender a las víctimas de un mal que se manifiesta en uno de cada 700 niños de edades comprendidas entre 0 y 15 años. Al decir de sus facultativos, las unidades españolas no tienen nada que envidiar a los centros correspondientes en los países desarrollados. "Sólo por ignoracia o desesperación se entiende que se hagan colectas para enviar niños enfermos a ser atentidos a Estados Unidos, cuando aquí reunimos las condiciones para asistirlos. Nuestros resultados terapéuticos concuerdan con los de los países más avanzados", recuerda el oncólogo Muñoz Villa.
Entre los tres y diez años
En el horizonte de la oncología infantil se dibujan nuevos métodos preventivos y medicamentos protectores contra los efectos adversos. Entre los primeros destaca el diagnóstico prenatal practicado con ecografías, por el cual se detectan en el feto neuroblastomas y otros tumores. Entre los segundos figuran antibióticos contra las infecciones oportunistas y factores de crecimiento leucocitarios, que ayudan a regenerar la médula ósea, una región del organismo sumamente sensible a la toxicidad de las terapias antitumorales.
A medio plazo se perfila el esclarecimiento del principal enigma del cáncer infantil: ¿cuáles son sus orígenes y los factores que lo precipitan? Hay recién nacidos con cáncer, pero los picos de manifestación de la enfermedad se producen entre los tres y cinco años, y luego alrededor de los diez años de edad. En la generalidad de los casos se trata de formas tumorales agresivas. ¿Por qué se expresa tan pronto y con tanta virulencia? Parte del misterio se cifra en el papel jugado por el entorno en la gestación del cáncer. A diferencia de lo que ocurre con los adultos, de quienes se sabe que factores ambientales como el tabaco y el alcohol estimulan la aparición de tumores, en los niños se desconoce la medida en que el medio ambiente es capaz de incidir.
El desconocimiento de esa influencia ha encaminado la investigación a los resortes internos de la enfermedad, vale decir, a los genes. En esta dirección cabe mencionar el descubrimiento de la relación entre la alteración de los genes P53, P16 y P21 y la génesis de tumores propios de la infancia y la adolescencia, como el osteosarcoma y el sarcoma de Ewing, autoría de un equipo de la Clínica Universitaria de Navarra.
Entre tanto, el aumento de la supervivencia y la mejora de la calidad de vida de los enfermos dependerá de la maximización de los beneficios de las terapias disponibles, una meta que anima a los médicos involucrados.
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