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La oposición critica un nuevo intento de Fujimori de consolidar un poder autoritario

Juan Jesús Aznárez

Paralelamente al asalto de la residencia japonesa en Lima por el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA), y cuando en aras de la unidad nacional contra el terrorismo las diferencias entre el Gobierno peruano y la oposición habían pasado a segundo plano, el Ejecutivo y su mayoría en el Congreso fraguaron, y ejecutaron, una embestida a la independencia del poder judicial de dimensiones escandalosas y evidente trascendencia política: Blanca Nélida Colán, la fiscal de la nación designada por el régimen cívico-militar establecido en el autogolpe de abril de 1992, ha sido reelegida pese a las muchas denuncias en su contra.

ENVIADO ESPECIAL,"Permanece en el cargo quien en lugar de velar por los intereses generales defiende prestamente al Gobierno de Alberto Fujimori y archiva cuantas denuncias lo comprometen", reza una de las denuncias contra la fiscal.La reelección de Colán por la Junta de Fiscales Supremos fue posible después de desbrozarse el camino con tres nuevas leyes, y porque, un día antes de la votación, la Comisión Ejecutiva del Ministerio Público, presidida por la propia fiscal, sustituyó a un fiscal fallecido por otro, provisional y favorable a la prórroga del mandato. La incorporación del decisivo juez fue posible, a su vez, porque la pasada semana el Congreso había aprobado una ley que faculta a la Comisión Ejecutiva para nombrar fiscales supremos provisionales. El frustrado candidato a fiscal de la nación, Miguel Aljovín, recurrirá: "Nélida Corán se ha portado sin ninguna dignidad. Desde 1992 no ha hecho otra cosa que cumplir las órdenes del Gobierno y ocultarle las cochinadas".

También directo fue Javier Díez Canseco, de Izquierda Unida, para quien el nombramiento informa sobre "la naturaleza del régimen". Fujimori "lo concentra todo: un Parlamento totalmente obsecuente, que no fiscaliza, que no legisla, que tiene intervenido el poder judicial y que en medio de esta crisis tiene la sinvergüenzonería de intervenir la función del fiscal de la nación y darle a su subordinada, la señora Nélida Colán, la atribución de nombrar a dedo a los fiscales del país". No parece gratuita la controversia sobre la ratificación: por su intermedio, los presidentes de los jurados electorales podrán ser designados por el Ejecutivo en las elecciones municipales o en las generales del 2000, año en que Fujimori buscará la reelección si supera un último obstáculo judicial.

Pero no sólo se amotina la oposición radical. También lo hizo, en términos igualmente duros, la moderada, y diarios cuya línea editorial no regateó elogios a Fujimori cuando abatió la hiperinflación, emprendió la reforma estructural de la economía, asestó duros golpes a Sendero Luminoso y al MRTA, y despertó las esperanzas de una sociedad marcada por los desastres del anterior Gobierno. El Comercio lamenta el rejonazo sufrido por las institucionales. "Aun cuando los voceros del oficialismo se obstinan en afirmar que la reelección es válida, es indispensable decir que, por voluntad gobiernistas, se vuelve a hacer daño al régimen democrático".

En una reflexión ampliamente compartida, el rotativo limeño sostiene que el Gobierno no corresponde a la tregua política, que la oposición parlamentaria, y la prensa independiente, "han acordado tácitamente en momentos en que es prioritario mantener la unidad nacional". Con diligencia digna de mejores causas, la fiscal interfirió, entre otras, las investigaciones sobre el comercio de la ropa usada donada por Japón, y sobre el asesinato de nueve alumnos y un profesor en la Universidad de la Cantuta, en 1992. "Eso es un invento de Sendero Luminoso", vino a decir, sobre los militares sentenciados y luego perdonados con la denominada Ley Cantuta, promovida por Gilberto Siura, uno de los 74 rehenes en poder ahora del MRTA.

Cuando el narcotraficante Demetrio Chavez Vaticano acusó a VIadimiro Montesino, asesor presidencial en asuntos de seguridad, de exigirle el pago de 50.000 dólares (seis millones y medio de pesetas) mensuales, Colán defendió al denunciado a capa y espada, y con más entusiasmo que acierto.

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