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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Ecologismo tramposo a la francesa

Que un indio perdido por las calles parisinas podía dar mucho de sí lo dejó palmariamente en evidencia uno de los recientes filmes franceses de gran éxito (en su país, no aquí), Un indio en París, de Hervé Palud. Los berenjenales en que se metía la criatura trasterrada son parecidos a los que provoca aquí un aborigen brasileño, bajito y extraño, Wanù, empeñado en que un simpático caradura parisino recupere su alma que algún desalmado, valga la redundancia, le ha robado allá en la Amazonia. Así que las cosas se desplazarán hacia el Brasil profundo, mientras Wanù, convaleciente en un hospital parisino y sin utilizar ni si quiera Internet va marcando al caradura el camino a seguir: cosas de la magia.Filme de iniciación, comedia en ocasiones bastante desmadrada, edulcorado filme de aventuras, inteligente operación de mercado (al menos de cara al mercado interior: fuera es ya otra cosa) consistente en juntar a dos actores muy populares allí, Jean Reno y Patrick Bruel, en las antípodas de arquetipo y escuela interpretativa; desprejuiciado mensaje ecologista lanzado con más estridencia que convencimiento: todo esto es El Jaguar, amén de una colección de postales de viaje más o menos agradecida, algunos golpes de violencia gore, una india muy atractiva (Patricia Velásquez), look pasablemente americano, no en vano su director, el otrora exitoso guionista (y no muy ilustre metteur en scène) Francis Veber, vive desde hace años en Hollywood. Y a hacer dinero: esta cosa ha sido vista en el hexágono galo por algo asi como 2,5 millones de ciudadanos.

El jaguar (Le jaguar)

Dirección y guión: Francis Veber.Fotografía: Luciano Tovoli. Música: VIadimir Cosma. Producción: Alain Poiré, Francia, 1995. Intérpretes: Jean Reno, Patrick Bruel, Harrison Lowe, Patricia Velásquez, Danny Trejo. Estreno en Madrid: cine Imperial.CLAUDIO ÁLVAREZ postre, pagar películas así para hablar de la destrucción del Tercer Mundo. Y le da además una

El resultado oscila entre lo penoso -por lo general, lo es todo lo que le sucede al personaje de Bruel- y el panfleto oportunista, sin alcanzar nunca un mínimo de solidez ni de credibilidad para funcionar como lo que en el fondo es, un filme de aventuras. Tiene, además, esa desfachatez propia del discurso fariseo de ciertos ciudadanos del norte industrializado, listos a perorar sobre la destrucción de la Amazonia como pulmón verde del planeta después de haber contemplado, sin mayores rasgaduras de camisa la práctica muerte de millones de hectáreas de bosque en Europa, origen de un hiperdesarrollo tan espléndido que permite, a la nueva vuelta de tuerca: el destructor de la Amazonia, el ser sediento de poder y dinero que viaja en su propia avioneta y está dispuesto a exterminar a quien se le ponga delante es... un indio brasileño. A eso sí que se le puede llamar tener la cara bien dura.

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